La idea de contar con una revista para retomar las experiencias vividas en terreno por los proyectos de desarrollo rural yacía desde hace algunos años en los cajones del CICDA. Respondía a una necesidad: los debates internos eran muy densos, dentro de los equipos de proyectos en Perú, Bolivia y Ecuador, y con la Coordinación América Latina instalada en Lima. Iban acompañados por otro diálogo, muchas veces mudo, con el ambiente de los investigadores, pensadores y otros productores de publicaciones sobre temas que nos interesaban. Diálogo mudo ya que los canales existentes estaban bajo control « científico » y el empirismo de terreno tenía dificultades para expresarse allí sin tener que disfrazarse.
En realidad buscábamos tanto favorecer la expresión del t erreno en general como romper particularmente cierto aislamiento del CICDA. CICDA estaba aislado en muchos aspectos. En su práctica de ONG europea que realizaba directamente sus proyectos en los Andes. En su acción que cubría tres países y vivía con fuerza las susceptibilidades, las incomprensiones y las complementariedades mutuas. En su dinámica de querer aprender del terreno para mejorar en vez de integrarse a la búsqueda de modas salvadoras venidas de afuera.
Semejante aislamiento no era en ningún caso autarquía. Las presiones (y aportes)externas eran muchas. Estaba por supuesto la exigencia usual de resultados que mostrar. Pero estaban también esas modas-paquetes llegadas de todas partes para decir cómo conducir un proyecto (seguimiento-evaluaciónplanificación, sistematización …)y cómo realizar acciones (participación, investigación-desarrollo, educación popular…). Estaban por fin las jergas propias a cada una de estas corrientes y a cada una de las militancias políticas, siempre presentes,que inflaban el idioma con palabras cada vez más mágicas y cada vez más incomprensibles: prácticas antiguas regresaban bajo otras denominaciones y enmarcadas en un « método » que servía sobre todo a confundir.
Esta problemática no era exclusiva del CICDA, estaba en muchos proyectos de campo. CICDA compartía con ellos cierto acomplejamiento y cierta envidia ante los globos de moda. Pero el CICDA estaba entusiasmado por su propia dinámica y no quería doblegarse. De ahí la tendencia a adornarse con un ropajeverbal propio, de uso interno, útil en la búsqueda de coherencia entre equipos tan diferentes pero difícil de compartir hacia afuera.
« ¡Escriban, mándennos artículos! » El equipo de Lima reclamaba desde hace meses, sin éxito, a fin de crear un canal que permita que proyectos de diferentes instituciones y países debatan e intercambien entre sí y con otros. Entre fines de 1985 e inicios de 1986 decidimos hacer con lo que teníamos a mano para darle una forma más o menos publicable. El número uno de la revista Ruralter nació del voluntarismo de la Coordinación América Latina: hacer para demostrar que era factible y estimular así aportes posteriores.
El material era muy rico en cuanto a las experiencias varias y a las reflexiones que presentaba, porque ahí se expresaban las profundas evoluciones en el seno del CICDA desde varios años, evoluciones activamente debatidas en lugar de vivirlas pasivamente.
Pero estas experiencias y evoluciones habían sido demasiado « sistematizadas » bajo forma de esquemas y fórmulas: en el CICDA reaccionábamos a las evidentes contradicciones del desarrollo rural tratando de trazar nuestro propio camino, pero la exigencia de hacer propuestas para los equipos de los tres países y de afirmarnos ante el exterior nos llevaba a priorizar nuevas abstracciones en el estilo de las ciencias sociales.
Más de dos años después del lanzamiento del primero, Miguel Vallier, director de Ruralter, hacía en el número 2 el balance de las críticas recibidas: « la dispersión del público lector, el ni vel de conceptualización de los artículos y el lenguaje institucional de estos. »
Así la falla estaba sobre todo en la forma y en el estilo. ¡Existen pues imperativos de forma y de estilo para que una capitalización sea útil!
Al contexto institucional, latinoamericano y mundial que alimentaba nuestra obsesión por « proponer » se agregaba la enorme dificultad de hallar y estimular voces para expresar mejor los aportes del terreno.
Por supuesto lo que el primer Ruralter intentaba, cada vez que podía, era « contar ». Pero sus relatos eran fríos e impersonales ya que no era el terreno el que se expresaba directamente: lo que se hacía era retomar extractos de lo que el terreno había dicho en los informes, es decir en textos que, más que para el diálogo, estaban destinados a la administración interna y externa.
¿Por qué, pues, no trataba el terreno de expresarse directamente, en su propio lenguaje? Porque en vez de mejorar sus propias palabras, se preocupaba más por ser creíble que por ser comprensible, porque intentaba combinaciones mal llevadas.
« Ruralter » había nacido para darle voz al terreno pero la busca de voces para decir no era fácil: o bien se enredaban en las jergas sociologizantes, o bien se callaban.
metodologia
, Peru, Bolívia, Equador
¿Necesitaba el terreno canales estables de difusión para capitalizar ahí sus experiencias? Probablemente. Pero se requiere para ello encontrar un estilo adaptado y legitimarlo ante las escrituras « serias » y « científicas ». La vivencia y su eventual personalización están mal vistas en ciertos ambientes profesionales. Son ellas sin embargo las que permiten un verdadero diálogo entre terrenos diferentes, entre el terreno y otros círculos, porque lo importante no es juzgarse, es comprenderse.
Siendo uno de los principales culpables del primer Ruralter, yo mismo caí en la trampa: ¡parte de lo que se decía parecía tan importante que iba a interesar a pesar del estilo tan pesado! De esta experiencia aprendí a volver a dar, en lo sucesivo, mayor importancia a las cuestiones de forma, ya que no se trata solamente de brindarle la palabra al terreno sino también de darle voces.
« Ruralter » es una revista del CICDA=Centre International de Coopération au Développement Agricole, una ONG francesa que trabajaba entonces en Perú, Bolivia y Ecuador. Luego del primer número aislado de 1986, la experiencia fue retomada a partir de 1988 con una salida semestral.
Traducción de la ficha « Ruralter 1986 : à la recherche des voix du terrain »