Si bien la obligatoriedad de los ciclos básico y medio y el énfasis en el aumento de la cobertura educativa han rendido sus frutos, la equidad del sistema sigue siendo su principal desafío.
Llamamos reforma educacional en Chile al amplio proceso impulsado por los gobiernos de la Concertación (1) en vistas a transformar los marcos de la educación y adaptarlos a la actual situación mundial. La reforma es un intento de integrar y llevar a la ciudadanía a participar de un nuevo entorno, caracterizado por la competitividad y la alta eficiencia productiva. La modernidad compleja requiere de nuevos enfoques y perfiles diferentes, para asegurar competencias mínimas al momento de insertarse en una perspectiva de globalidad.
La reforma educacional en Chile buscaba tres objetivos generales: la actualización de los programas y contenidos que permanecían sin cambios desde la década de los ochenta, mejorar la calidad de la educación en Chile, y lograr un mejor acceso y descentralización del proceso educativo. El principal desafío debía ser, una vez logrados altos índices de cobertura en los años noventa, asegurar nuevos aspectos como un currículo adecuado en el desempeño que planteaba la sociedad de la información. Y en este sentido, lograr altos índices en la calidad del proceso educativo en su conjunto.
Generalmente se habla de la reforma de la educación en Chile destacando el cambio de los currículos iniciado durante el gobierno de Eduardo Frei el año 1996. Pero el proceso de reforma es un poco más amplio y se orientó con anterioridad a mejorar la brecha estructural, y el acceso deficiente de numerosas partes del país. La reforma en la calidad debía, por lo tanto, estar situada sobre bases sólidas de carácter estructural, sobre una cierta base más o menos igualitaria en las condiciones en que debía tener lugar la educación.
Las transformaciones de base
Los cambios que apuntaron a este propósito fueron impulsados por la Concertación directamente. En otros casos se profundizaron medidas que venían dándose con anterioridad, durante la dictadura principalmente. Podemos, en ambos casos, distinguir dos tipos de transformaciones: unos de carácter institucional y otros destinados a integrar a los sectores más desprotegidos de la población. En zonas rurales principalmente, pero también, en los márgenes de las ciudades.
Dentro del primer grupo de medidas encontramos la reforma al estatuto docente en 1991, que define un marco laboral especial para los profesores, con asignaciones y bonificaciones (trimestrales por desempeño) de distinta índole (por año, condición laboral, etc). Incentivando especialmente a aquellos docentes que trabajan en zonas de difícil acceso o con alumnos de alto riesgo social (Arellano: 2001). Asimismo se elevan los salarios de los profesores que se encontraban congelados desde los tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet.
Se impulsaron cursos de perfeccionamiento del Ministerio de Educación (durante los veranos), pasantías y diplomados, con el fin de incorporar nuevas metodologías y monitorear los cambios en la práctica docente. Un premio a la excelencia académica destaca dentro de los incentivos para mejorar el trabajo al interior del aula.
Otro cambio importante, en el área estructural, es el aumento sostenido de las subvenciones a los colegios (Arellano: 2001) que vino a apoyar el proceso iniciado en la década de los ochenta, de traspasar los colegios estatales a las municipalidades. Esto último, en la perspectiva general de lograr una autonomía educacional y una mayor descentralización de los establecimientos.
Transformaciones para mejorar la equidad
Entre las transformaciones destinadas a conseguir una igualdad mayor, en cuanto a acceso a la educación y a condiciones dignas, podemos señalar las principales medidas a partir de los años noventa.
El P900 es un programa destinado a la mejora de competencias en el 10% de la población escolar con peores rendimientos. Este programa consistió en el apoyo en áreas claves como son la lectura, matemáticas y escritura. Se desarrolló y, aún continúa desarrollándose, a través de entrega de material especial y el monitoreo de alumnos. Este programa también consideró crear una instancia destinada a la capacitación a profesores.
Otro programa impulsado para la integración y superación de la inequidad, fue el MECE básico (Programa de Mejoramiento de la Calidad y Equidad). Orientado a la educación parvularia y básica. Este programa consistió en la entrega de libros y la implementación de dinámicas de enseñanza no tradicional apoyados por material innovador para esta área.
En su variante rural (MECE rural) se orientó a la entrega de material especial, para la realidad del campo, y se crearon micro centros para formar y mantener al tanto a profesores. Esto último con el objetivo de adecuarse lo mejor posible a cada una de las comunidades.
En el ámbito computacional y de Internet, destaca el proyecto Enlaces, que facilitó la conexión a Internet y a una red especial de alrededor del 90% de las escuelas rurales y urbanas. Este programa además facilitó la entrega de computadores (de 3 a 11 por escuela).
Quizás uno de los aportes más innovadores en el conjunto de las transformaciones impulsadas fue el PME (Fondo de Proyectos de Mejoramiento Educativo) cuyo objetivo principal fue el de alentar y financiar proyectos que surgieran de las propias escuelas y colegios. En este programa, el objetivo principal era apoyar financiera y técnicamente los proyectos. La idea era que éstos tuvieran su raíz en el propio contexto en el que se hallaban los alumnos y la comunidad en donde se situaba el colegio. De esta forma, por ejemplo, surgieron periódicos, radioemisoras, estaciones meteorológicas, etc
La reforma de la enseñanza, los objetivos transversales
Dentro de las transformaciones iniciadas en una primera fase, en el llamado proyecto Montegrande (programa piloto que traería los cambios de currículos), se establecieron, como nuevo ingrediente en la reforma de currículos, los llamados objetivos transversales. Estos debían ser perseguidos por todas las asignaturas y apuntaban principalmente, a la formación ética, el crecimiento y autoafirmación personal, a la persona y su entorno y el desarrollo del pensamiento.
Estos objetivos debían cruzar todas las asignaturas y ser el pilar “reflexivo” que impulsara todo lo demás. Los objetivos transversales debían ser la estructura en la que se debían disponer los demás cambios, para la formación de un tipo de competencia inicial: un cierto tipo de conciencia y de práctica para el “nuevo mundo”. Un conjunto de destrezas para la adaptación a un entorno cambiante, que requiere altas cuotas de creatividad y capacidad selectiva. Estos objetivos, por lo tanto, debían tener la difícil misión de generar una conciencia autónoma capaz de tomar decisiones, de aperturas inesperadas, y de una alta cuota de pro actividad.
La reforma de los currículos
En el año 1996 se inicia el cambio de los currículos y en 1999 la transformación de los programas. Para esta labor, se consultaron expertos de distintas áreas, y a numerosos profesores.
Se aumentó el mismo año la jornada escolar completa a 42 horas (de 30) y en enseñanza básica a 38.
En términos monetarios el gobierno invierte durante toda la década 1990-1999 un 3 % del PIB para la educación.¿Cuáles fueron los logros? Se redujeron las repeticiones de curso un 12 %, en casi todos los establecimientos. El abandono escolar bajó de un 8 % a un 5 %. Señalando que la medida de aumentar la jornada había rendido sus frutos.
Dentro de los fracasos de la reforma podemos observar lo expuesto en los resultados arrojados por la medición SIMCE (Sistema de medición de la calidad de la educación), que se aplica a la educación básica en las áreas de letras y matemáticas anualmente. En ella, los resultados aún siguen siendo insatisfactorios. Los alumnos no alcanzan hasta la fecha niveles satisfactorios ni aceptables de rendimiento académico. El 60 % (Arellano: 2001) de los alumnos de octavo básico se ubica en rango considerado como insuficiente. Según un estudio internacional de matemática y ciencia. Chile se ubica en el lugar 38 en esta asignatura (Arellano: 2001) y el 95 % de los alumnos no alcanza el rendimiento promedio de los más altos como son Singapur o Corea del Sur.
El déficit de los objetivos
Dentro de los desafíos que la reforma educacional no ha logrado superar se encuentra el de la calidad. Los niveles de rendimiento, según las mediciones realizadas por organismos internacionales expertos en la materia (Arellano: 2001) revelan pautas deficitarias en este aspecto.
Una de las claves podría claramente encontrarse en el cómo se están materializando las metas, en el logro y las capacidades propuestas por los objetivos transversales. Éstas no estarían cumpliendo su objetivo primordial, que es generar una capacidad de discernimiento creativo, basado en la auto confianza y las medición adecuada de las variables del entorno. Lo más probable, es que las bajas calificaciones respecto de las exigencias internacionales, tengan que ver con una incapacidad en la adaptación en este sentido.
La pregunta que cabe hacerse es ¿Por qué estos objetivos no han podido desarrollarse en plenitud? Una de las respuestas dice relación con las prácticas educativas. La posición y la relación del profesor y el alumno, no han variado en lo sustancial. Con esto se produce una situación doble; por un lado la de un discurso que pretende imponer una aprendizaje autónomo, basado en la capacidad de reconocimiento significativo del estudiante. Pero, por otro lado, tenemos un panorama estable en prácticas que no se vinculan, en mayor medida, con lo pretendido en la reforma. Los profesores y los alumnos siguen comportándose bajo los mismos esquemas comunicacionales previos a la reforma. Siguen actuando de igual manera sólo que con la conciencia de que hay que cambiar las cosas para mejorar.
La reforma ha descuidado este aspecto o lo ha dejado como un elemento adicional de relativa importancia. El diseño de nuevas prácticas educativas que incorporen un lenguaje y una acción distintas, que re-sitúen el rol del profesor y el del alumno no son cuestiones prioritarias.
El rol de la filosofía
Uno de los elementos que grafican lo anterior es la reducción de la filosofía en los colegios. Bajo la excusa de que el análisis filosófico se incorpora en los contenidos y en el tratamiento de todas las asignaturas. La filosofía se transforma (una parte importante en psicología) y se reduce al mínimo (sólo en el último curso de la enseñanza secundaria posee filosofía como tal).
De esta manera el desarrollo del pensamiento la actitud reflexiva y la ética, quedan destinadas a una referencia indirecta dentro de las temáticas tratadas.
La filosofía, por sí misma, constituye el espacio en donde es posible hacerse cargo de los otros lenguajes y de la comprensión del sentido.
En un escenario que requiere adaptarse al cambio continuo, el desarrollo de soluciones creativas y la compresión en contextos que se presentan diversos resulta clave. En este sentido, la filosofía se deja ver como una de las herramientas más potentes para reconocer significados variados. Resulta casi imprescindible si se pretende el desarrollo de la comprensión de distintos textos y sus variaciones. Por qué se hacen las elecciones que se hacen, en un determinado momento. La filosofía constituye “el momento” que se preocupa de los otros momentos y, requiere ser desarrollada aparte. Es una actividad y una actitud que tiene como característica no estar, en modo alguno, supuesta en las actividades comunes.
No puede ser válido aquel argumento que supone a la filosofía como ya dada, en cada momento de la vida. Cuando, justamente la actividad filosófica requiere dejar de considerar lo habitual como tal para retomarlo de otro modo.
La reforma a la educación chilena debe considerarse como un proceso amplio con dimensiones y plazos diversos. Por un lado, la preocupación por la equidad y la integración social resulta un factor determinante en la configuración de la misma. Pero también existe la promesa de insertar al estudiante en los nuevos desafíos de la sociedad de la información.
En este último aspecto la reforma aún mantiene una deuda pendiente. No ha sido capaz de adecuarse a los estándares y responder los desafíos y exigencias que operan a nivel mundial.
Muy por el contrario, la calidad de la educación chilena sigue siendo mediocre sobre todo en la perspectiva de la apertura y liberalización de los mercados.
En un contexto de expansión y crecimiento de las oportunidades internas, como único medio de responder y llevar a cabo pautas sostenidas de crecimiento, el tema de la calidad en la educación, resulta por lo menos preocupante. Sobre todo si se piensa en la desigualdad y en la brecha que separa a los ricos y pobres. Esta cuestión que hoy constituye el desafío pendiente, en cuanto a política programática de los gobiernos de la concertación, no podrá ser resuelta si una gran parte de la población se encuentra en condiciones desfavorables. Si no logra tener las capacidades para competir y desarrollar sus propias iniciativas. Si sólo la educación de calidad es patrimonio de unos pocos, es esperable un crecimiento del producto interno, un fortalecimiento de los grupos económicos como hasta ahora, pero también una división amplia entre los dueños de la producción y los que están alejados de ella.
El desafío: la democracia
El problema de la educación chilena ya no es la cobertura. Tampoco se trata de un problema de recursos. El problema sigue siendo la calidad. En ésta, el país aún no se adecua a los estándares internacionales, en forma destacada. Falta una integración entre los medios disponibles y una gestión adecuada de ellos.
Aquí hay que apuntar directamente a la práctica educativa y la relación del profesor alumno y la estructura de poder al interior de los establecimientos. Cuestión que parece no tratada como punto relevante en el artículo. Pero que reviste una gran importancia, cuando son estas prácticas autoritarias heredadas del régimen de Pinochet, las que aún siguen manifestando resistencias para una mayor participación.
Notable como contracara, en este punto, son las iniciativas particulares de organización y desarrollo de proyectos dentro del marco de Enlaces que han llevado a modificar estas estructuras. Pero aún éstas, son un problema lateral en las políticas de gobierno o al menos parecen serlo por la poca importancia que se les atribuye. Se considera suficiente el traspaso vertical de información de los profesores a los alumnos, se deja de lado una educación que dé forma a poderes autónomos para la comprensión de lo que sucede en el contexto actual de cambio.
El problema parece ser la creación de un orden democrático para la educación en su conjunto que autonomice y gestione la enseñanza y también los recursos necesarios para cada establecimiento.
El problema de la inequidad debe ser resuelto desde el poder y la organización que sean capaces de ejercer los centros de educación. Pero, para que ello funcione, se debe apuntar a una educación para la democracia y la autonomía desde la sala de clases.
acceso a la educación, reforma del sistema educativo
, Chile
Reforma educacional: algunos aportes para la comprensión del estado de la educación en Chile
Nota biográfica del autor de la obra: Economista de la Pontificia Universidad Católica de Chile y doctor en Economía de la Universidad de Harvard. En septiembre de 1996 asumió como ministro de Educación, cargo que ocupó hasta el año 2000. Adicionalmente, Arellano Marín se desempeñó como director de Presupuesto del Ministerio de Hacienda entre 1990 a 1996. Ha sido consultor de la CEPAL, del Banco Mundial, del BID, del Fondo Monetario Internacional y las Naciones Unidas. Actualmente es Presidente Ejecutivo de la Corporación Nacional del Cobre, CODELCO (fuente: www.codelco.cl)
Artículos y dossiers
Arellano, José Pablo (2001) La reforma educacional chilena. En Revista de la CEPAL Nº:73. (PP: 83-94) Santiago de Chile: CEPAL.