El consumismo en la clase media urbana
07 / 2005
Comprar cosas es algo común y, en la mayoría de las personas, necesario para poder subsistir. Para comer casi todos adquieren sus alimentos en el supermercado, en los mercados populares que se ponen ciertos días en algunas calles de los barrios o en “la tiendita” (miscelánea) de la esquina. Otros pueden ir a un restaurante, o a esas innumerables cadenas de comidas rápidas anunciadas por todos los medios posibles en gran parte de los países para completar la dieta diaria. De otra forma resultaría prácticamente imposible alimentarse en las ciudades. De la misma manera sucede con una gran cantidad de mercancías útiles usadas cotidianamente, como la ropa, los medicamentos, los aparatos electrodomésticos como el refrigerador (nevera), el horno para cocinar o calentar, etc. Estos objetos pueden ser básicos para la supervivencia, o no, pero para todo individuo que puede tenerlos resultan importantes para “vivir bien”, inclusive sin mucho lujo. Entre estas cosas destacan la televisión, los aparatos para escuchar música o el teléfono los cuales definitivamente no son esenciales para la subsistencia y reproducción de la vida humana. De ese consumo no hablaré en esta ficha.
Esta ficha abordará la manera de comprar alguna cosa por gusto, por darse un lujo, por verla en algún lugar cuando se va caminando por la calle y obtenerla sólo porque llama la atención, aunque no sea verdaderamente útil o indispensable. El consumismo que aquí se trata es el que desea cumplir con determinadas pautas sociales y/o satisfacer un interés personal.
México, al igual que el resto de Latinoamérica, se caracteriza por ser un país marcado por la polarización social: de poco más de 100 millones de habitantes que existen en su territorio, la mitad son pobres y viven con menos de dos dólares diarios, es decir unos 54 millones y de esta cifra 20 millones están en extrema pobreza, según cifras oficiales reconocidas por el Presidente de la nación. Ante ese panorama resulta difícil pensar que exista una importante capacidad de compra en el país. Pero la hay, ya sea por esa “pequeña” capa media y alta en posibilidades de comprar en los grandes centros comerciales de todo el país, calculada en unos 15 millones de personas, o porque México se caracteriza por ser uno de los principales productores y vendedores de mercancía pirata (copias ilegales de películas, discos musicales, ropa, calzado, etc.). De acuerdo con el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, México ocupa el quinto lugar mundial en la reproducción ilegal de música, con ventas en el 2004 de aproximadamente 100 millones de discos compactos piratas. Además en esta nación se da mucho lo que se conoce como “fayuca” (mercancía de marca pero robada o pasada ilegalmente al territorio para no pagar impuestos y poderse vender más barata). Con este panorama se puede entender mejor por qué hay un ambiente propicio para comprar todo tipo de productos, con diferentes niveles de calidad y de precio, los cuales se encuentran en todos lados.
Aldo Johnathan Martínez, tiene 22 años de edad y vive con su mamá. Su caso ilustra el de la clase media mexicana de la Ciudad de México venida a menos por las recurrentes crisis económicas vistas en todo el país, sobre todo desde la entrada de las reformas neoliberales. Aldo proviene de una situación interesante: hace 4 años su panorama de vida era completamente distinto. A su papá le iba bastante bien, económicamente hablando, al grado de poder iniciar sus estudios en administración de empresas en la Universidad de las Américas, una de las instituciones privadas de educación superior más caras de la Ciudad de México. Aldo sólo pudo cursar un semestre porque la debacle financiera llegó a su casa. Posteriormente se pasó a la Universidad La Salle, otra universidad privada, para estudiar ingeniería. Tampoco duró mucho allí por el mismo problema de dinero y desertó rápidamente. Después de eso dejó por completo el estudio y, de haber tenido anteriormente una vida donde obtenía todo lo que quería, se vio en la necesidad de empezar a trabajar como vendedor en una cadena de ropa para ayudar en el gasto familiar. Aldo no paga por el alquiler de su casa, lo cual ya es una enorme ayuda en un lugar como la Ciudad de México donde el alquiler es muy caro. Actualmente Aldo gana alrededor de 500 dólares mensuales, lo cual le permite, a pesar de no ser tanto dinero, consumir muchas cosas, aunque la mayoría de su sueldo lo usa para sus gastos básicos y otra parte para lo que se necesite en la casa. Aldo se autodefine actualmente como perteneciente a la clase media-baja y es cierto. Hoy en día mucha de la clase media-media y media-baja en México se caracteriza por una familia nuclear en la cual todos tienen que aportar dinero a la casa, desde los padres hasta los hijos, porque simplemente los salarios del jefe o jefa de familia no alcanzan para poder cubrir las necesidades de todos sus miembros. Esto ha venido ocurriendo desde los últimos 20 años, es decir a partir de la entrada en vigor de las políticas neoliberales. Por lo anterior, el índice de personas de más de 25 años viviendo con sus padres tiene un porcentaje elevado en este sector social, algo también relativamente novedoso en la sociedad mexicana ya que antes en esta clase social la gente se casaba a los 20-22 años y se iba de la casa paterna. Ahora muchas veces se casan y se quedan viviendo en la casa de los padres de uno o de otro.
Para Aldo el consumismo no es algo que se inculca en la familia. Los padres no lo promueven. Es algo que se fomenta en la sociedad, en particular en la escuela. Esto empieza “cuando se está chico y hay uno o varios niños en el salón de clases los cuales traen cierta ropa o ciertos tenis (calzado deportivo), caros y de una marca reconocida, lo cual muchas veces hace que les de un cierto status económico y social. Estos niños son el selecto grupo al cual uno no puede entrar si no tiene la capacidad de vestirse y calzar de la misma manera. Ahí es cuando se empieza a querer comprar las cosas que otros tienen para poder ser aceptado en ese círculo social”. No importa si lo de moda ahora son pulseras para apoyar una causa, como una campaña para obtener dinero para tratar a niños con cáncer, o si es un juguetito feo y poco divertido. Si esas cosas son las que “todo el mundo” usa, el tenerlas hace la diferencia para seguir siendo parte de ese núcleo o no”.
El entrevistado nos cuenta su experiencia personal del cambio de tener todo fácilmente, a tener que buscarlo por él mismo. “Cuando uno crece y la familia ya no puede o quiere proporcionarte el dinero para comprar o para mantener el ritmo de consumismo al cual estás acostumbrado, las cosas cambian un poco. Ahora ya no dependes de nadie para poder cubrir este tipo de actividad, se cambian ciertos patrones de conducta. Para empezar te vuelves más precavido y cuidadoso en cómo gastas el dinero, porque ahora nadie de la familia te lo da, lo consigues trabajando; ahora es probable tener que ayudar en los gastos de la casa, como pagar comida, alquiler, agua, electricidad, etc. Y si esto no sucede, por lo menos tus necesidades y lujos los podrás obtener única y exclusivamente por tus propios medios.” Sin embargo, aclara, “el consumismo nunca deja de estar presente en cualquier etapa de la vida, independientemente de tener que ajustar la cantidad de productos que se pueden adquirir. Por eso uno busca tener más dinero, para poder consumir más, para estar en mejores condiciones para gastar”.
En todas las etapas de la vida el consumismo está presente, aunque cambia el cómo, el por qué y el para qué. Aldo nos explica esto:”En el momento en el cual uno empieza a trabajar entran otro tipo de factores por los cuales uno es inducido y orillado a comprar ciertas cosas no necesariamente trascendentes para la vida diaria. Por ejemplo, cuando uno ya labora, generalmente es un requisito ir bien vestido, o por lo menos de forma casual, es decir, con zapatos, un pantalón formal, una camisa y una chaqueta elegante, si no es que el usar traje de vestir resulta indispensable. Muchas veces esta ropa es más cara que unos zapatos tenis, un pantalón informal y una camiseta. Ni modo, es parte del empleo”.
Además de lo dicho anteriormente, en la edad adulta entran otro tipo de factores que facilitan el consumismo. Por ejemplo, cuando uno ya es mayor de edad (en México a los 18 años) en ciertos bancos se puede tramitar una tarjeta de crédito con sólo una credencial que “demuestre” la edad de la persona y su domicilio. No se requiere comprobante de ingresos ni algún otro documento para ver si se es económicamente apto para esto. La línea de crédito que le pueden otorgar de esta forma a alguien puede llegar a los 8 mil pesos mensuales, aproximadamente $725 dólares.
Sobre la parte colectiva del consumismo, Aldo resalta cómo este proceso « crea vínculos entre las personas para quienes dicho ritual es importante. El consumir ciertas marcas y mercancías, o sobre cierto espectro dado por el mercado –automóviles, música, películas,- te da un terreno común sobre el cual los miembros de este espacio saben y pueden compartir entre todos, dado el interés suscitado por adquirir o por tener una u otra cosa. Una vez más sale a relucir la importancia de sentirse aceptado en ciertos espacios sociales. Si bien muchas veces no se da una competencia por ver quién tiene más que los otros integrantes, sí existe una especie de rivalidad sana por estar a la vanguardia en la obtención de ciertos productos, como ropa de marca o teléfonos celulares, pero sin llegar a generar tensiones adentro del grupo de pertenencia por tener o no tener tal cosa, aunque siempre es mejor poder tenerlo”.
Otra parte básica del consumismo para Aldo es la personal: también se consumen cosas que posiblemente sólo le gustan a uno, sin importar la opinión de los demás. Se hace por satisfacer un deseo propio, como el comprarse una gorra.
Pero posiblemente la característica más fuerte del consumismo es el impulso que ocurre por comprar cosas, muchas veces innecesarias e inservibles al poco tiempo de adquiridas. Esto lo resalta el entrevistado: “Soy un consumidor más de momento que de necesidad”. Eso en parte se da, continua Aldo, por una situación en la cual se puede demostrar que uno puede comprarse cosas inútiles, que el dinero le alcanza para hacerlo o, peor aun, aunque uno no pueda darse esos lujos es una manera de aparentar que sí puede, que uno está más arriba de la capa social a la cual pertenece. Eso es algo común y se da mucho en México. Sin embargo, nos aclara Aldo, “si uno puede gastar cierta cantidad de dinero para obtener mercancías innecesarias, poco prácticas y dispensables en la vida cotidiana esto está bien, no importa el monto. Cuando uno rebasa su capacidad monetaria para seguir consumiendo, y por lo tanto se endeuda para no disminuir su ritmo, está mal. Mejor no tener nada a deber, aunque siempre se hace lo posible por poder consumir más”, finaliza nuestro entrevistado.
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, México, América Latina, México, D. F.
Integración regional en América Latina : Chile, Colombia, México
El consumismo definido como la adquisición de productos no básicos para la subsistencia humana es algo visto, en las sociedades occidentales capitalistas y neoliberales, es decir, en casi toda América Latina, como algo normal e inclusive sano. A todos nos satisface poder comprar cosas meramente por el hecho de gustarnos. Esto no está mal, pero cuando uno lo hace de forma compulsiva y para poder ser aceptado por otros, obtiene un significado negativo, desgastante y, a la larga, probablemente perjudicial para la sociedad. El actual sistema económico y político requiere crear falsas necesidades dentro de las personas para poder sobrevivir, las cuales sienten como algo indispensable comprar y comprar. Desde este punto de vista, sin poder de consumo no se es nada. Por lo tanto el negocio es redondo: las personas se sienten “felices” y “seguras” de si mismas y al mismo tiempo la iniciativa privada se sigue enriqueciendo a costa de ellos.
Lo anterior se nota cada vez más en el grueso de las naciones del continente americano, tanto en el elevado nivel de consumo visto en ciertas capas económicas con ingresos suficientes para desarrollar esto de manera “legal”, o sea comprando los productos originales, como en aquellas donde esto no es posible debido al enorme porcentaje que esto representaría de sus diminutos sueldos. Ante la visión creada y asimilada por vastos sectores sociales de que “sin consumir no se es nada”, es evidente que recurran masivamente a comprar mercancía “clonada” o pirata. Mientras el costo de muchas cosas siga siendo enormemente elevado y se nos busque imponer la idea de sólo valer como persona según lo se tiene, no se puede esperar otra forma de actuar de las capas marginales de nuestro continente, la mayoría abrumadora en estas tierras.
Esta ficha fue realizada en el marco del desarrollo de la alianza metodológica ESPIRAL, Escritores Públicos para la Integración Regional en América Latina.
Entrevista
Entrevista a Aldo Johnathan Márquez González, trabajador en la empresa de televisión satelital privada SKY. Correo electrónico: d666_evil@hotmail.com
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