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diálogos, propuestas, historias para una Ciudadanía Mundial

“Canasta de semillas” una esperanza en el México transgénico

Globalización amenazante de la soberanía alimentaria y la cultura de la gente del campo.

Manuel LLANO VAZQUEZ PRADA

07 / 2005

La agricultura es para millones de mexicanos la base de la sociedad, sustento y cohesión de la estructura familiar. Y es que la agricultura ofrece tradicionalmente un rol tanto a hombres como a mujeres. El hombre es quien hace el trabajo pesado del campo, él es quien se encarga del arado, del sembrado y del riego, quedando así uno de los roles más importantes para la continuación de la producción en las manos de la mujer. Ella es la encargada de la colecta, del procesamiento y de la selección de la semilla que se va a conservar para la siguiente temporada. Son las manos de la mujer quienes seleccionan a las mejores semillas. En las manos femeninas se encuentra contenido el mérito de una histórica selección exitosa y mejorada del cultivo.

Desde el inicio de la agricultura, hace ya más de 8 mil años, se ha ido escogiendo una variedad de cultivos que hoy forma la base alimenticia del mundo. El proceso de selección durante todo este tiempo se ha realizado comenzando en el mundo silvestre, tomando la planta para domesticarla, hasta llegar a la agricultura. Las mujeres agrícolas no sólo elegían a las plantas que prosperaban, sino también a las que mostraban mayor resistencia al clima, a las plagas y a las enfermedades.

Además de las semillas silvestres y de las variedades locales, existe otro tipo de semilla producida tras investigaciones realizadas en laboratorios. Las investigaciones tienen como propósito producir variedades de semillas que presenten características óptimas y sobre todo, que sean más productivas. En el panorama actual, se podría decir que existen cuatro distintos tipos de semilla: criolla, orgánica, híbrida y transgénica.

La semilla criolla es la encontrada en su estado silvestre; la semilla orgánica es fruto de una selección de la mejor semilla de origen silvestre, selección tradicional basada en la experiencia y realizada en un largo tiempo, en el que se han ido eligiendo las variedades naturales de las que se obtiene mayor provecho. Pero las semillas de alto rendimiento, híbridas o transgénicas, son semillas modificadas genéticamente (vía laboratorio genético o hibridación experimental) para dar un rendimiento mayor en cualquier clima y situación. Sin embargo, para obtener ese máximo rendimiento prometido, se necesitan insumos determinados como productos biotecnológicos fabricados por las mismas corporaciones de la industria alimenticia, agroquímicos como fertilizantes y pesticidas específicos. Si llega a faltar alguno de los insumos, entonces la cosecha cae aun por debajo del rendimiento de una semilla criolla. Los agroquímicos para una semilla de alto rendimiento son tan necesarios como las propias semillas. Esto implica que para garantizar la producción agrícola se necesite de grandes capitales económicos.

El origen de la semilla de alto rendimiento, que fue conocido internacionalmente como “revolución verde”, se dio en México en la década de lo 40’s. Esta revolución se le debe al Dr. Norman Borlaug, quien trabajó en el país en el marco de un programa de la Fundación Rockefeller, cuya función era la de ayudar a los agricultores pobres en México a aumentar su producción de trigo. Esta revolución incrementó la producción agrícola como consecuencia del uso de técnicas de producción basadas en la selección genética y la explotación intensiva, permitida por el regadío y la indispensable utilización masiva de fertilizantes, pesticidas y herbicidas. Esta tecnología se incorporó a otros países del tercer mundo, como India, Pakistán, Bangladesh y China y se aplicó a los cultivos de trigo, arroz y maíz.

Los aspectos negativos en torno a las semillas de alto rendimiento, no tardaron en aparecer: problemas de almacenaje no previstos y perjudiciales, altísimo costo de semillas, insumos y tecnología complementaria, mala adaptación con respecto de los cultivos tradicionales eliminados y la aparición de nuevas plagas. Además, los agricultores no podrán salvar más semillas después de la cosecha. Las transgénicas son semillas que no se reproducen a sí mismas debido a que fueron artificialmente modificadas con un “gen suicida”. Estas semillas están diseñadas para producir grano en una sola temporada. Se trata de semillas patentadas cuyos derechos están reservados a las enormes corporaciones que las idearon. De manera clara, las ganancias son mucho más importantes para los partidarios de esta política de agricultura.

Es decir, para poder germinar y producir, las semillas híbridas y transgénicas requieren primeramente ser compradas en cada ciclo; seguido inmediatamente de la compra y aplicación de fertilizantes, pesticidas y demás agroquímicos indispensables para que esta semilla pueda producir.

Toda la tecnología de la semilla de alto rendimiento, en condiciones de laboratorio, efectivamente da como resultado una altísima producción. Pero si se maneja la economía y la subsistencia agrícola del mundo con base en la biotecnología de las grandes corporaciones transnacionales (como Monsanto, Aventis, Du Pont, Dow y Syngenta) que tienen en su poder casi la totalidad de la alimentación del mundo, el campesino encuentra destruida su forma de vida tradicional y la soberanía alimentaria de un país se ve vulnerada y puesta en riesgo; además de las cuestiones éticas que esto desencadena.

En este contexto, el campo, la biodiversidad, el campesino y la autonomía alimentaria, enfrentan la destrucción. La mujer pierde su rol en la agricultura, pues las semillas ya no son seleccionadas de la propia cosecha para su conservación, es necesario ahora comprarlas en cada ocasión; y en las comunidades mexicanas, al haber dinero de por medio, el asunto se vuelve cosa de hombres. Queda así la mujer rezagada a la reproducción familiar y a trabajos considerados exclusivos de su género, como lo son el cuidado de los hijos, de animales y las tareas del hogar. Por su parte, el hombre agota y esteriliza su tierra tras el uso desmedido de agroquímicos. La tierra estéril, la mujer desempleada y los altísimos costos de la semilla híbrida o transgénica, más todos sus insumos, llevan a una crisis económica familiar. En México, esta situación ha sido una de las principales causas de emigración de los hombres provenientes del campo hacia Estados Unidos en la búsqueda de un mejor sustento.

Las semillas para casi toda la alimentación básica de la humanidad en el mundo, se encuentran patentadas y en manos de unas cuantas multimillonarias corporaciones internacionales. Plantas medicinales que las comunidades han cultivado y usado desde tiempos muy remotos, ahora son propiedad patentada de alguna empresa multinacional; agricultores sorprendidos al descubrir que no les está permitido guardar de su propia semilla para sembrarla en la próxima cosecha, sino que ahora la tienen que comprar nueva todos los años, porque alguna empresa trasnacional de semillas la ha patentado.

Y ante esta presión en el campo por producir más y más, los bancos de semillas orgánicas han ido desapareciendo y junto con estos, una biodiversidad enorme de cultivos locales, que se han sustituido por la variante comercial que alguna transnacional ofrece.

En 2005, este es el triste panorama del campo en México y gran parte del mundo. En respuesta a esto, no se puede esperar que el gobierno sea quien proteja la soberanía alimentaria del país, pues éste se encuentra comprometido protegiendo los derechos y la propiedad intelectual de las grandes corporaciones que así lo exigen y presionan para que sus semillas sean mayormente consumidas. Entonces, la única defensa ante la pérdida de control por parte del productor sobre la semilla que siembra, proviene de la sociedad civil. En México, la respuesta y propuesta más sólida que se está estructurando, la tiene la asociación “México Tierra Mágica” mediante el proyecto “Canasta de Semillas”. La alternativa que está planteando el grupo de mujeres que conforma esta asociación, no es el aumento de la producción, sino el control sobre los medios para dicha producción. El objetivo es que el agricultor vuelva a tener el control sobre lo que siembra, esto por medio de las mujeres rurales, que son los agentes cruciales para la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible de su comunidad.

Canasta de Semillas es un proyecto que ha diseñado un modelo de agricultura orgánica sustentable y creciente. En coordinación con la Universidad Autónoma Chapingo –prestigiada academia mexicana avocada a las ciencias y técnicas de la agricultura– se ha propuesto toda una estructura nacional para establecer y regenerar bancos de semillas orgánicas que permitan recuperar la soberanía alimentaria del país. El modelo va complementado por redes de mujeres rurales capacitadas para revertir el agotamiento de las tierras y permitir que la agricultura vuelva a ser su forma de vida, generando oportunidades de ingresos locales para las familias y el retorno a la agricultura tradicional, enriquecida con tecnología orgánica, sin perder la biodiversidad existente.

El modelo de Canasta de Semillas se compone de una coordinación central y de eslabones a diferente escala dentro de las comunidades, municipios y estados de la República Mexicana. El modelo podría pensarse como una propuesta viable de un sistema nacional de agricultura orgánica, cuyos elementos son los siguientes:

Huertas familiares: Estas reconstruyen la autosuficiencia alimentaria de las familias campesinas, a través de la recuperación y recolección de la semilla orgánica de la hortaliza y la organización de microempresas familiares agro-ecológicas.

Bancos de Semillas Comunitarios: Mediante la unión de las huertas familiares se crea un eslabón entre las familias productoras de semilla y la Reserva Biorregional de Semillas; se conserva la semilla de las huertas familiares adscritas al Banco; se comercializa con otras comunidades; intercambia con otros bancos de semillas; y se crean reservas preventivas.

Reserva Biorregional de Semilla: Se atiende a las organizaciones agro-ecológicas y a los productores organizados, para que estos comercialicen su propia semilla y la de los bancos comunitarios; se proporcionan servicios y asesoría técnica a los diversos actores del sector de la producción orgánica; se reproduce semilla en huerta experimental; se introducen y adaptan nuevas variedades orgánicas; y funciona además como Banco de semilla local y regional.

Red de Reservas Biorregionales: Estas asegurarán la comercialización y la calidad del producto bajo una marca única registrada y resguardarán la biodiversidad genética de diferentes regiones en bancos de semilla localizados en áreas distintas a la localidad.

Cualquier ley que establezca que es ilegal salvar semillas es una ley que no debe de seguirse. Salvar semillas es un deber que se tiene con la tierra y con las futuras generaciones.

Palabras claves

integración regional, soberanía agrícola, Organismo genéticamente modificado (OGM), agricultura, precio de los productos agrícolas y alimenticios


, México, América Latina, México, D. F.

dosier

Integración regional en América Latina : Chile, Colombia, México

Comentarios

La cultura orgánica y los bancos de semilla son algo más que simbólico, son una opción de supervivencia. Representan no sólo a la alimentación, sino también a las tradiciones y formas de vida vinculadas con el campo; se trata de cosmovisiones y estructuras sociales que están siendo destruidas por el lucro y la ambición de quienes ven en la alimentación no una necesidad básica del ser humano sino un simple negocio. Salvar semillas es una alternativa viable que sirve para el planeta y su gente.

Latinoamérica enfrenta un serio problema por el descuido de los agricultores y el campo durante las últimas décadas, y su focalización en la industrialización de la economía. La agricultura se ha convertido en un negocio escasamente rentable para los campesinos, mientras que los precios de los productos agrícolas en los supermercados van a la alza, sin que esto represente una mejoría en la calidad de vida de los productores. La subsistencia del campo latinoamericano se ve adicionalmente afectada por la competencia desigual que enfrenta al vender los productos al mercado exterior. Esto se debe al hecho de que el campo en los países ricos está altamente subsidiado generando condiciones poco favorables para la competencia de los olvidados agricultores latinoamericanos.

La agricultura orgánica es una opción que abre grandes posibilidades directamente para los campesinos y sus familias ya que es una práctica casi artesanal que es bien pagada en los mercados tanto internos como externos.

Notas

Más información sobre Canasta de Semillas en www.canastadesemillas.org Esta ficha fue realizada en el marco del desarrollo de la alianza metodológica ESPIRAL, Escritores Públicos para la Integración Regional en América Latina.

Fuente

Entrevista

Entrevista a: ORTIZ MONASTERIO, Guadalupe y SCHLAEPFER, Loraine de “Canasta de Semillas”, Goldsmith 351, Colonia Polanco Reforma, México, D.F., Teléfono (52-55) 5531-9390 www.canastadesemillas.org

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