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diálogos, propuestas, historias para una Ciudadanía Mundial

La frontera entre Perú y Colombia

¿Dónde está?

Martha BALAGUERA

09 / 2005

Una suerte de exilio vive desde hace doce años en Colombia Víctor Segura Lapouble, ciudadano peruano de cuarenta y un años, quien llegó a Bogotá el 29 de junio de 1993 pensando pasar un periodo transitorio mientras se calmaban los ánimos políticos en su país. Después de haber estado esparcida por el resto de Perú, a finales de los años ochenta la guerra política había llegado a Lima y con ella una sucesión de detenciones, allanamientos y represión policial. Un amigo muy cercano de Víctor había sido detenido, lo que disparó la alarma familiar e hizo inminente la necesidad de alejarlo de lo que estaba sucediendo.

Aprovechando la realización de la Copa América, Víctor se inscribió en una lista de viajeros que asistirían el 26 de junio al primer partido de los cuartos de final entre la Selección Peruana y la Selección Ecuatoriana en el Estadio Atahualpa de Quito. Fue una oportunidad para mimetizarse pues para ese momento, él no sabía qué impacto tendría acercarse individualmente y como cualquier otro ciudadano al aeropuerto de Lima o a los lugares de frontera de su país. Acompañado de un familiar, Víctor arribó a suelo ecuatoriano e inmediatamente se desplazó por vías terrestres a la frontera con Colombia.

El 29 de junio, llegó al terminal de Bogotá con el propósito de transformar radicalmente sus rutinas de vida, con escaso equipaje y dos números telefónicos de amigos con los que podría contactarse. Víctor contaba con suficiente dinero y tenía todo el apoyo familiar pues se trataba de una situación injusta. Sin embargo, sus intentos de comunicación fueron fallidos. Probablemente el anterior lunes festivo en conmemoración de San Pedro había hecho variar la cotidianidad en Bogotá y sus amigos no se hallaban en sus lugares de trabajo ni de residencia. De allí en adelante, Víctor quiso y debió valerse por sí mismo, encontrar un “cupo universitario” a manera de vivienda provisional y, más adelante, matricularse en una maestría en una universidad de Bogotá para poder legalizar su permanencia en Colombia, pues todo parecía indicar que no era muy apropiado volver aún a Lima.

Después de cursar tres semestres y de haber ejercido diversas actividades laborales, por fin Víctor se dio cuenta de que no estaba en Colombia de manera transitoria. Ya tenía una hija y las condiciones eran otras. Empezó a crear raíces en un territorio que no sentía todavía como suyo, pero que tampoco le era del todo hostil.

Y entonces el proceso de adaptación, las comparaciones, los amigos, la soledad… Es y no es lo mismo. El tono de Víctor deja escapar un cierto reclamo, porque él no pudo escoger entre Lima y otro lugar en el mundo. Sólo tuvo claro que en Lima no podía estar. Pero al mismo tiempo, no arriesga concluir que estuvo mal venir a Colombia; si bien la gran transformación no resultó, él no lo atribuye a las limitaciones del nuevo contexto. Antes bien, Víctor resalta que entre las dos ciudades latinoamericanas las similitudes son amplias y los procesos de integración se hallan lo suficientemente avanzados como para obtener la convalidación de los estudios, acceder al mercado laboral y lograr una adaptación general sin mayores traumatismos.

Para él Lima y Bogotá son casi la misma cosa aunque limeños y bogotanos invoquemos ciertas semánticas para desvalorizar a los que están del otro lado de la frontera.

Víctor afirma que así como los colombianos nos burlamos de la “pollada” y la “chicha morada” y nos referimos con desdén a la “perubólica”, los peruanos no dejan de ver muy cómico que los colombianos comamos “lechona” y “tamal” y no vayamos a polladas sino a “bazares”. Afirma que tal vez lo que más nos separa es el acento, que los peruanos prefieren llamar dejo y que si se le baja el volumen al televisor, la programación se percibe idéntica. Lo mismo sucede con la radio, sólo que allí no puede bajarse el volumen para notar las similitudes y sin embargo, son tan parecidos los formatos y los tonos manejados por los locutores, que es imposible no sentirse como en casa.

En este punto hay que matizar dos aspectos. El primero tiene que ver con que las similitudes comunicativas no necesariamente se derivan de lo autóctono, pues más bien parece que peruanos y colombianos hemos copiado de maneras muy parecidas el modelo gringo. El segundo aspecto se relaciona con las similitudes entre Lima y Bogotá, que en parte remiten a las similitudes entre Perú y Colombia y que no sólo se encuentran en las industrias culturales como la radio y la televisión, sino que aluden a características mucho más profundas tanto en lo subjetivo como en lo colectivo del ser peruano y colombiano. Lima y Bogotá son capitales de dos países profundamente centralistas y, por tanto, parecen relacionarse del mismo modo con el resto del territorio nacional.

Víctor prefiere abordar la cuestión desde la ubicación específica atribuible al sujeto que habla sobre su sentido de pertenencia a una comunidad colombo-peruana no abruptamente separada por una frontera tajante. Éste sujeto puede ubicarse en el énfasis en el acento, en la mirada despectiva al programa de televisión “Laura en América” o en la admiración de la literatura de Mario Vargas Llosa o Gabriel García Márquez. Éste sujeto también puede hablar, en tanto agente fronterizo, desde la intencionalidad y mucho más desde la necesidad del intercambio a lo largo de la frontera física. Finalmente, puede hacerlo desde la vacuidad de las fronteras internacionales frente a la vehemencia de las fronteras sociales.

Aludiendo a esta última ubicación, Víctor señala la mayor semejanza entre Perú y Colombia si se consideran las semejanzas entre Lima y Bogotá. Para él la frontera no existe, sobretodo cuando viaja en avión a Lima. No hay ruptura sólo distancia. Viaja en bus urbano de su casa en Bogotá al Aeropuerto El Dorado para luego salir del Aeropuerto Jorge Chávez nuevamente en bus urbano hacia su casa en Lima. Son dos ciudades con casi el mismo número de habitantes, a pesar de que la población total de Perú es mucho menor que la de Colombia. Bogotá es de ladrillo, Lima de concreto, estuco y pintura. Bogotá está en la montaña, Lima en la costa. Finalmente, en Lima no llueve mientras que en Bogotá llueve mucho. Esas son las mayores diferencias; Víctor lo ha sentido así desde que ya no existe una frontera de conflicto político que le impida volver a su ciudad.

Sin embargo sí hay ruptura, una ruptura muy parecida entre Lima y Bogotá en relación con el resto de Perú y Colombia respectivamente. Quizás un poco más acentuada en Perú, donde no existen ciudades intermedias como Medellín, Cali, Barranquilla o Bucaramanga en Colombia; donde hay una cantidad importante de comunidades autóctonas que no hablan español, sólo quechua; donde una cosa es el Perú limeño y otra el Perú amazónico o serrano; donde estos últimos “Perús” pueden estar paralizados con protestas sociales, pero Lima sigue siendo autosuficiente mediante la importación de alimentos y donde los medios de comunicación casi nunca hablan de algo que no ocurra en Lima.

Colombia no se queda atrás. Son bastas y profundas sus fronteras interiores: entre estratos socioeconómicos, entre sectores poblacionales, entre Bogotá y las regiones y todo ello agudizado por la situación de guerra que vive el país, que incluye no solamente migraciones forzadas masivas a lo largo del territorio nacional, implicando generalmente la trasgresión de la frontera entre el campo y la urbe, sino también la existencia de territorios completamente fuera del alcance estatal donde a menudo se erigen paraestados.

Desde la ubicación de Víctor la frontera entre los dos Estados se vuelve resbaladiza, difuminada, a veces inexistente, pero a la vez, para muchos habitantes de cada uno de ellos, las fronteras sociales prevalecen y siguen profundizando su marginación.

Palabras claves

integración regional, migración, expulsión del territorio, identidad nacional


, Colombia, América Latina, Cundinamarca, Bogotá

dosier

Integración regional en América Latina : Chile, Colombia, México

Comentarios

No sólo en las fronteras internacionales puede buscarse el fundamento de la fortaleza o debilidad de la integración entre los países de América Latina, pues las fronteras no sólo se despliegan a lo largo de los corredores fronterizos físicos sino también en las relaciones sociales y económicas y en las representaciones y las identidades más allá y más acá de la frontera.

Probablemente los fenómenos que ocurren en el lugar de la frontera física entre los países, reclamen un abordaje particular pero ello no puede confundirse con una consideración unidimensional de la frontera que reduzca su comprensión al criterio de la nacionalidad.

Acaso nunca los actores sociales se hayan definido únicamente con relación a su nacionalidad, pero el paulatino derrumbamiento de la definición moderna del Estado – Nación conduce mucho más a replantear la definición misma de la territorialidad y de la frontera ya no solamente en referencia a las circunstancias físicas y geográficas como tampoco al tipo único de espacios reales e imaginados que dividen.

Notas

La entrevista realizada a Víctor Segura incluyó además preguntas relacionadas con su experiencia como inmigrante en el Japón, aspecto no tenido en cuenta para la realización de esta ficha.

Esta ficha fue realizada en el marco del desarrollo de la alianza metodológica ESPIRAL, Escritores Públicos para la Integración Regional en América Latina.

Fuente

Entrevista

SEGURA, Víctor, Carrera 4 No. 25 – 60 Torre A Apto. 1501, Bogotá, Colombia

ALMEDIO - 2, traverse Baussenque, 13002 Marseille, FRANCE Almedio Consultores. Norma 233, Maitencillo. Comuna de Puchuncaví. Va Región, CHILI - Fono: (56)32 277 2231 - Chile - www.almedio.fr - info (@) almedio.fr

CINEP (Centro de Investigacion y Educacion Popular) - Carrera 5a n° 33A-08  AA 25916, Santafé de Bogota - COLOMBIA - Tel. (57–1) 245 61 81 - Colombia - www.cinep.org.co - comunicacion (@) cinep.org.co

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