En 1989 los ingresos en el medio rural en Estados Unidos eran 6,400 dólares inferiores a los del medio urbano. Diez años antes la brecha era sólo de 4,900 dólares. El principio de paridad instaurado en los treintas ha venido desapareciendo aceleradamente. Según datos del Departamento de Comercio de los Estados Unidos en 1988, del total de ingresos de una familia de agricultores, sólo el 29% provenía de su actividad agrícola directa. El 57% provenía del trabajo fuera de la granja, y el restante 12% venía de pagos gubernamentales. Los agricultores se ven obligados a buscar trabajo fuera de la granja y aún así nada está garantizado.
En 1970 la agricultura normeamericana ocupaba 1.8 millones de granjeros. En 1980 la cifra había disminuido a 1.6. Y en 1988 había ya sólo 1.4 millones. Muchos productores quebraron, incapaces de competir contra las grandes compañías favorecidas por las políticas gubernamentales.
En términos generales, una granja productora de granos debe tener, para sostenerse en la competencia, un promedio de unas 200 hectáreas equipadas con la maquinaria y la infraestructura adecuadas. Esa sería una pequeña granja familiar. Un inversionista que quiera adquirir una granja de este tamaño requiere de un capital inicial de cuando menos 200 mil dólares.
La creciente intervención de las grandes empresas agroindustriales a los mercados de producción, comercialización y distribución de insumos se ha traducido no sólo en una apropiación cada vez mayor de los mercados, las ganancias y los subsidios, sino también en la enorme influencia que tienen en la difusión de las políticas hacia el sector.
En el origen de la crisis existen tres factores estrechamente relacionados: Primero, un modelo de desarrollo agropecuario basado en la compactación creciente de la tierra, el uso intensivo de plaguicidas y fertilizantes químicos, un enorme grado de maquinización del proceso productivo y la práctica del monocultivo. Segundo, una política agropecuaria que ha puesto el acento en no fijar los precios agrícolas de acuerdo a los costos de producción, sino fijarlos por abajo de éstos, en parte para promover las exportaciones y compensar parte de las pérdidas con subsidios. Y tercero, una creciente ingerencia de las grandes compañías agroindustriales en el proceso de acopio y comercialización de los productos agropecuarios.
Este modelo de agricultura mecanizada ha provocado ya que grandes corporaciones dominen directamente la producción rural en vastas áreas. Paralelamente ha provocado una preocupante erosión de los suelos, un uso irracional de la energía y el agua, y alimentos de cada vez más dudosa calidad para la salud. Las estadísticas señalan por ejemplo que un pollo recorre más de 3,000 kilómetros entre el centro de producción y el centro de consumo.
A esto se debe que en Estados Unidos un número creciente de agricultores estén abandonando este modelo de producción, buscando sustituirlo por uno basado en criterios de sustentabilidad, y vinculándose al movimiento de consumidores que aspiran a un abasto de alimentos sanos.
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, Estados Unidos da América
Tomado de la exposición de Luis Hernández en el Taller sobre Políticas hacia una Agricultura Campesina Sustentable. México D.F. 2-3 de julio 1993. Taller organizado por RIAD-México: CECCAM, CNOC, UNORCA y GEA/Progama PASOS.
Actas de colóquio, seminário, encontro,…
HERNANDEZ, Luis, 1993 (MEXICO)