Puede ser que no sea lo ideal. Puede ser que a veces nos haya llevado a demasiada agresividad y a desperdiciar ciertas oportunidades de diálogo y de enriquecimiento recíproco. Sin duda alguna. No busco aquí justificar sino explicar un subjetivo fundamental que ha guiado nuestra enfoque de la capitalización.
Nuestras sociedades han establecido una jerarquía de saberes que se basa en cierta idea de la ciencia y en la dominación de una cultura: la del Occidente y sus ideologías (del ultraliberalismo al com unismo). Aunque los mejores pensadores de la metrópolis occidental estén hoy en día en desacuerdo con este esquema, es el que se sigue viviendo en terreno. No solamente en terreno en el campo o en las barriadas, sino en el conjunto del Tercer Mundo, en sus administraciones, en sus universidades, por supuesto con excepciones.
¡No hay otro saber que el que ha sido elaborado o validado por la ciencia! ¡No hay otros valores que los occidentales! ¡No hay otros pensadores que los del redil!
Es lo que encontra mos en América Latina, es lo que he vivido en Francia durante mi infancia de hijo de campesino. Existe en todas partes.
La respuesta que se intentó dar a esto durante todos estos decenios ha sido la inserción a través de la educación. Se trataba de abrir el redil a los excluidos del saber y de la felicidad, mediante la alfabetización, mediante la enseñanza gratuita, mediante la democratización de la universidad… Este tipo de respuesta está ahora cuestionado con la crisis mundial que por un lado reduce progresivamente las posibilidades de educación gratuita y por otro lado multiplica los desempleados con diploma. ¿Se necesita buscar paliativos?
El enfoque que me ha conducido progresivamente hasta la capitalización de la experiencia y que ha inspirado s u práctica es diferente. Y es en la medida en que ese enfoque es, más o menos, compartido con mucha gente que el trabajo ha sido apasionante.
Existen muchos otros sistemas de saber. Existen muchas otras formas de producción de conocimientos. Basta con re visar tantas realidades, culturas y prácticas para comprobarlo. Pero no basta con reconocerlo para que el diálogo entre saberes y culturas sea posible. No se trata de cooptarlos para incorporarlos a la academia ya que mientras existan las jerarquías implícitas, con sus menosprecios, las condiciones para el diálogo no podrán reunirse: la « validación » del dominante pesará cual espada de Damocles sobre la expresión de los « otros ».
Les toca primero a los detentores de otros saberes y culturas afirmarse y « h acerse » reconocer. Hay por ahí un aspecto reivindicativo que se tiñe al principio de virulencia, y algunas veces de exclusión. Es normal: ¿qué oprimido puede quedar realmente sereno al momento de optar por la rebeldía? He ahí una fase del proceso casi inevitable.
La capitalización de la experiencia tal como la hemos practicado, luego de varios ensayos con otras formas de trabajo, corresponde a esta óptica. Es obra de los excluidos y es primero para ellos, tanto para los de culturas muy diferentes (los campesinos, los indígenas…) como para aquellos cuyas culturas se aproximan pero que no tienen cabida dentro del círculo de los escogidos y que son tratados como simples peones (gente de terreno, mandos medios y técnicos). La capitalización busca liberarlos y afirmarlos. Aspira a acercarlos y favorecer sus colaboraciones, sus construcciones comunes.
En la capitalización la fase del testimonio oral ya es a veces una ocasión para desfogarse y poder luego tratar de dialogar. A veces no basta y el producto de la capitalización está todavía cargado de negaciones. Difundirla brindará entonces una nueva oportunidad para liberarse, afirmarse e iniciar el diálogo.
No se trata pues de buscar la destrucción del sistema de saber dominante sino de bajarlo de su pedestal y traerlo a la mesa de negociación y concertación para emprender la recomposición del saber que el mundo actual tanto necesita.
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, América Latina
De esta manera, una de las metas a largo plazo de la capitalización de la experiencia (dentro de sus prioridades, de sus formas de trabajo, de la naturaleza de sus productos) es ayudar a reconquistar condiciones aptas para el diálogo intercultural, para el diálogo investigación-terreno, para la diversidad que es una de las bases para la recomposición del saber.
Y es en función de las jerarquías y las exclusiones del saber que priorizamos subjetivamente el quién y el para quién de la capitalización.
Traducción de la ficha « Capitalisation : hiérarchies et exclusions des savoirs »