Algo ha surgido en la selva, en la legendaria selva Lacandona de Chiapas. Es un ernorme espejo. Un espejo, tan descomunal como gigante, en el que la nación y los mexicanos nos vemos reflejados de manera distinta. La imagen nacional e individual de 1994 ya no es la imagen con la que nos fuimos a dormir la última noche del año que pasó...
La imagen del espejo es, a un mismo tiempo, triunfo y derrota. Perdieron los cálculos de la tecnología política, realizados escrupulosamente por los estrategas de la modernidad. Perdieron la "razón irracional" y las buenas costumbres y la efectividad de la anestesia bajo la cual habíamos estado (sobre)viviendo en los últimos tiempos. En el otro sentido, este también es el triunfo de la fe y de la creencia por sobre el racionalismo prepotente, alimentado minuto a minuto desde los manicomios industrializados del norte.
Pero este es un espejo culpable. Culpable de que de pronto la tarde paralice para invitarnos a meditar. Culpable de volver a sentir que el país respira y late más allá del orden financiero, de las carreteras de cuota, y de los teléfonos inalámbricos por medio de los cuales se nos invita a rezar. Culpable de que las palabras de paz nos lleguen sin sentido y que las declaraciones presidenciales parezcan evadir la verdadera complejidad del problema. Culpable de que irrumpa el México Profundo, y que aparezca bronco no por su culpa sino por la estrechez de la ranura que el México Moderno le permite. Culpable de sentir al sueño de los hijos diferente.
El surgimiento del espejo, y consecuentemente de la imagen que proyecta, parece irreversible. Ello obliga a todos, gobernantes, oposición y sociedad civil, a aceptar que el país se ha vuelto otro, y que por lo tanto las soluciones a los problemas (incluida la infortunada rebelión chiapaneca de la cual surgió el espejo), deben ser confeccionadas desde una nueva perspectiva. Otra vez, como en 1968, el país ya no es el mismo. En menos de una semana hemos vivido un nuevo cambio en la metamorfosis de la salamandra. Los físicos suelen llamarle un "salto cualitativo" como cuando el agua se convierte súbitamente en vapor o en hielo. Los Tzeltales les llaman Skóp mam me’ chuntik. Algunos le llamamos un espejo en la selva.
política, guerra, camponês
, México, Chiapas
Extractos del artículo de Toledo
Artigos e dossiês
TOLEDO, Víctor Manuel, Revista Ojarasca, Un espejo en la selva, Ramón Vera in. OJARASCA, 1994/02 (MEXICO), 29
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