Rescate y revaloración del saber campesino

En Paraguay, según datos oficiales, en 1991 existían 255,500 unidades agropecuarias consideradas como unidades campesinas (0-20 Hás.). Estas unidades representan el 83% del total de las unidades agropecuarias paraguayas. Como en muchos países de América Latina, si bien las familias campesinas son las más numerosas, el acceso a la tierra de éstas es limitada. El 17% restante de unidades teienen el dominio sobre el 93.8% de la superficie cultivable. Hay pues una notoria concentración de la propiedad de la tierra, y sin embargo y como es también un lugar común, la comida de los paraguayos depende en gran medida de la cosecha que realizan los campesinos.

Obviamente que aquí como en otros lugares se necesitan hondas transformaciones en las relaciones sociales de propiedad de la tierra. Eso no está en debate; un mínimo de sentido justiciero así lo demanda. Paralelo a las propuestas de reforma agraria que se discuten hoy en Paraguay, el otro debate en los ambientes oficiales es sobre qué hacer en el presente con los campesinos, o más propiamente cómo mejorar la productividad de las cosechas visto que los sectores dominantes son tan fuertes que una reforma tendrá todavía que esperar.

Es en este contexto que se ubica el proyecto de rescate y revaloración del saber campesino que el Centro de Educación y Capacitación en Tecnologías Campesinas (CECTEC)anima conjutamente con una docena de proyectos paraguayos, y este artículo está escrito justamente para apoyar el soporte teórico y las modalidades de acompañamiento campesino de esta iniciativa singular.

El artículo hace hincapié en las precondiciones para una iniciativa de esta naturaleza. Se destaca la noción de acompañamiento en oposición al de extensión. Lo que se necesita no son técnicos que extiendan el saber occidental moderno, sino gente deseosa de aprender y valorar la cultura guaraní. Pero ello no será posible si al mismo tiempo no se pone en cuestión el saber occidental en la que han sido formados los técnicos.

Este cuestionamiento no es gratuito sino central en programas de este tipo. No se puede acompañar y vigorizar un saber en que el campesino se siente parte de la naturaleza y dialoga en condiciones de equivalencia con ella, si al mismo tiempo anida en el técnico el "enemigo oculto" que otorga a la naturaleza la condición de un objeto, un recurso que puede ser explotable. Se requiere pues des-aprender, como decía Ghandi, lo que nos inculcó la modernización.

Sin embargo, no se puede des-aprender lo que no se aprendió o se lo hizo defectuosamente. Des-aprender lo que nos inculcaron los colonizadores vía la empresa mundial de la educación es aprender críticamente los fundamentos que anidan en el origen del pensamiento occidental moderno, vale decir: los fundamentos de una racionalidad que otorga a la natualeza la condición de objeto, la concepción del mundo como una máquina y la separación cartesiana de espíritu y materia, entre otros aspectos.

El artículo alude también a las modalidades de comunicación entre campesinos, indicando que conversan de todo y con todos por el carácter holístico del modo de ser campesino en que un ser no está separado de otro, como porque la noción de lenguaje no es sólo patrimonio de la comunidad humana sino de la naturaleza. Se hace también mención del carácter re-creador y no reproductivo de las prácticas campesinas como un atributo que está en la raíz de la crianza de la diversidad campesina.