La lucha de Adela por mantener el legado de su padre como un bastión de la identidad mexicana.
07 / 2005
El legendario barrio de Coyoacán se ubica al sur de la Ciudad de México y conserva un estilo arquitectónico colonial que asemeja a un pequeño oasis de tranquilidad en medio del tumulto y el bullicio de la gran urbe. Coyoacán concentra las más diversas expresiones culturales y artísticas de la ciudad pues cada fin de semana se puede encontrar en sus plazas algún evento musical, literario, teatral, etc. En este rincón, vive Adela Fernández, escritora plagada de una interesante mezcla de sensibilidad artística y conciencia política-social con una capacidad creadora impresionante. La gama de temáticas artísticas que interesa a Adela va desde un niño autista hasta el pensamiento mágico de los pueblos indígenas. Tanto la memoria histórica como la memoria de la vida personal de Adela invitan a un breve viaje que puede ayudar a entender cuáles han sido las transformaciones culturales que ha experimentado el México de las últimas décadas.
Después de varios años dedicados exclusivamente a sostener su casa en pie, Adela ha regresado a vivir su pasión: escribir. Aunque confiesa sentir nostalgia y una deuda consigo misma por no haber estudiado el arte de la escritura en la universidad, es evidente que posee un talento y una fuerza innatos para expresar sentimientos e ideas que producen un gran impacto en sus lectores.
En medio del debilitamiento de una época y el surgimiento de otra, Adela se inicia como escritora alrededor del año 1968, cuando en México, dice, “estábamos copiando un hippie que no nos va”. Se trataba entonces de grupos de norteamericanos que venían a México a salvar su espíritu, a conocer otras formas de vida pero sin el lema de paz y amor. Ya no venían con la flor pintada en la mejilla, sino que venían con intenciones de levantarse en armas junto a los pueblos latinoamericanos. Algunos de ellos se mezclaron entre las guerrillas de Latinoamérica, incluso ofrendando sus vidas a estas causas motivados por intentar acabar con el origen de tanto horror del que fueron objeto sus familiares, quienes regresaron trastornados de la guerra en Vietnam. Desafortunadamente, en América Latina hubo grupos que los rechazaron por que eran estadounidenses. Este pasaje histórico quedó plasmado en el libro de Adela “Sin sol a dónde mirarán los girasoles”. Después, Adela escribió el monólogo “El sepulturero” que refleja la vida de un niño que llegó al autismo después de pasar por la esquizofrenia originada por leer noticias y libros sobre la guerra.
Cabe señalar que siendo coherente con sus principios, Adela permite que sus obras sean montadas en el teatro por cualquier persona: “A quema ropa” y “El sepulturero” han tenido un gran impacto en la conciencia de la gente, cumpliendo así su objetivo. En sus libros “El vago espinazo de la noche” y “Magismo” (una serie de hermosos cuentos) habla del pensamiento mágico indígena con toda la libertad de la ficción literaria, inspirado en todos los pueblos indígenas de México.
En sus primeros años como escritora, Adela laboró en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) donde forjó un estilo propio. Trabajó también para el Instituto Nacional Indigenista (INI) el cual fue creado por ese espíritu en el que se fundamentaron los valores de rescate de las culturas prehispánicas, antes de la debacle del nacionalismo en México. Durante mucho tiempo, Adela dedicó su vida al rescate de las costumbres, tradiciones y música indígenas, unas veces era bien recibida por las comunidades, y otras, recibida con hermetismo y malos tratos por parte de esos pueblos que históricamente han sido humillados.
En su infancia, Adela fue testigo del desarrollo de la llamada Época de Oro del cine mexicano, entre los años 30’s y 60’s, pero también vivió, con honda tristeza y nostalgia, su muerte. Adela recuerda que fue José Vasconcelos (quien fuera Secretario de Educación Pública de 1921 a 1924), el gran impulsor del movimiento nacionalista entre los miembros de la comunidad artística de México. Este gran personaje logró articular a los artistas en torno una idea: la dignificación de los valores y raíces culturales indígenas sumadas al enorme orgullo de ser mexicanos. Vasconcelos llamó a reconocer la pluralidad de los distintos pueblos que componen México. “Su convocatoria fue tan fuerte, tan cálida, tan exigente pero sobre todo tan convincente que realmente contribuyó a construir ese México del que todos tenemos memoria” asegura Adela.
Al llamado de Vasconcelos acudieron artistas de la talla de los pintores Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, entre otros. Ellos entendieron que el arte debía ser de acceso popular y no sólo para las elites. En este contexto, se desarrolla la gran técnica del muralismo en México en el cual se retoman los espacios públicos para pintar las paredes de los edificios donde asistía la gente cotidianamente. Más tarde entraron a este movimiento Frida Kahlo y Maria José Izquierdo y en el ambiente literario los hermanos Revueltas. En la cinematografía Emilio “el Indio” Fernández (1904-1986) se unió a ellos. Y fue entonces cuando creció un México magnifico al descubrir todo lo maravilloso que había en lo indígena y que debía ser rescatado.
Los recuerdos de Adela sobre esta época de oro de la identidad cultural mexicana no son casuales. Adela, es hija de Emilio “el Indio” Fernández, el director más exitoso y reconocido a nivel internacional en la historia del cine mexicano. El “Indio” creó un cine muy sencillo, movido por ideas básicas como dignificar al pueblo indígena y campesino; exigir que se cumplieran los objetivos y valores por los cuales se luchó en la Revolución Mexicana y buscar la estética en la manera de vivir. En él y en su obra, destaca su carisma y su compromiso político con la clase más pobre. Este director fue severamente criticado porque las temáticas de sus películas eran supuestamente repetitivas: el pueblo, la escasez de agua, la pobreza, etc. Sin embargo, esto no era expresión de una limitante creativa sino de una profunda convicción política de mostrar ante los ojos del mundo las condiciones de miseria en las que vivían millones de mexicanos. Si este gran artista viviera hoy, asegura su hija “seguiría haciendo las mismas películas porque la situación de miseria permanece igual o peor”.
En su búsqueda por la estética en la manera de vivir, “el Indio” gastó todo su dinero en la construcción de su casa, la Casa Fuerte del Indio, en el corazón de Coyoacán. Para ello se asoció con el arquitecto Manuel Parra e inicialmente construyó la cocina y el comedor que conformaban una pequeña casa. Cuando consiguieron una monumental mesa de madera, para 12 personas comenzaron a soñar con la enorme casa que debían construir. El sueño no se refería a lo que podían construir con el dinero que tenían, sino a la gran Casa Fuerte que “debían construir para responder a sus pensamientos y valores”.
Con escombros y materiales sobrantes de importantes edificios en ruinas se fue poco a poco erigiendo una impresionante casa fuerte de roca. Para ello, se trajeron pedazos de piedras prehispánicas que abundaban en el centro histórico de la Ciudad de México, las cuales eran recogidas y robadas por norteamericanos. Cuenta Adela que llagaron a arrebatárselas con pistola en mano en ciertas ocasiones. Estas piezas fueron donadas más tarde a museos y “el Indio” se quedó sólo con copias. En los hechos, este par de intrépidos hombres se convirtió en rescatadores de piezas arqueológicas.
La Casa Fuerte del Indio Fernández no es sólo una casa. Pronto se convirtió en un símbolo monumental de lo que él representaba y defendía: la identidad mexicana. La arquitectura de la morada es de estilo mexicano pues integra reminiscencias prehispánicas combinadas con la arquitectura colonial (que a su vez tiene aspectos medievales y árabes). A pesar de su inmensidad la Casa Fuerte sólo tiene tres recamaras debido a que “el Indio” deseaba gozar plenamente de su intimidad. En aquella época, su casa fue concurrido punto de reunión para los artistas que luchaban a favor de los oprimidos. Unos se hacían llamar izquierdistas, otros comunistas, otros socialistas, etc. Se trataba de un sin fin de gente que creía en los ideales de la Revolución Mexicana y de la democracia. México atravesaba por una ola de nacionalismo en distintos campos.
Pero ¿en qué momento se rompe éste movimiento nacionalista y comienza a desgajarse ese México de la Época de Oro? Adela no encuentra aún la respuesta y deduce que gradualmente fue decayendo el amor a lo prehispánico y a la cultura popular lo cual terminó por convertirse en un “folclorismo”. Lo anterior aunado al inicio de la invasión norteamericana en el campo ideológico que nos ha llevado a copiar sus usos. Muchas de las personas que van a trabajar a EU, sacrifican libertades e identidad a cambio del dólar pues la pobreza y la miseria los orilla a esto. “El problema de la pobreza no te afecta sólo porque padeces hambre y un tristísimo estilo de vida; o porque tienes frío y entra agua a tus zapatos rotos sino porque también empobrece el espíritu. Eso es lo que le ha pasado a México, porque ya es tanto el dolor y tanta el hambre. Por eso, vivimos en un mundo de manipulación en donde un títere maneja a otro títere y así sucesivamente, estamos en una época de incredulidad, de incertidumbre, nos hacen falta líderes”, comenta la escritora. Adela recomienda, recuperar la ética: “donde no hay ética todo se hunde, cuando no hay principios entramos en la corrupción y en la descomposición social”.
Adela experimentó esto en carne propia cuando presenció una muestra de cómo la Época de Oro entraba en decadencia. Cuando muere “el Indio” en 1986, Adela hereda la legendaria y hermosa casa de Coyoacán. Sin embargo, ahora Adela no cuenta con los recursos económicos suficientes para sostener la casa que se ha deteriorado ostensiblemente. Por ello, recientemente Adela consideró la idea de vender al gobierno este lugar y crear el Instituto Mexicano de Investigaciones Cinematográficas. Para Adela y quienes la acompañan en su lucha por salvar su casa, el objetivo prioritario es que ésta no pierda el sentido cultural popular que su padre le imprimió. Hace un par de años, la posibilidad comenzó a tomar forma cuando la responsable política de Coyoacán, la actriz María Rojo, presentó el proyecto ante el Gobierno de la Ciudad de México. El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Delegación Coyoacán proporcionarían conjuntamente el dinero para adquirir la casa y fundar el Instituto. Inesperadamente y sin ninguna explicación, el gobierno retiró su oferta a pocos días de cerrar el trato. El proyecto nunca se concretizó.
Por esta razón y ante la imposibilidad de mantenerla en buen estado y pagar los altísimos impuestos al predial, Adela se ha visto obligada a alquilarla para bodas y otros eventos sociales pero siempre procurando introducir también eventos culturales. Por ejemplo, frecuentemente ensayan aquí grupos de teatro independiente. También se realizan fiestas tradicionales navideñas para recaudar fondos destinados al fideicomiso que dirige la actriz y activista Ofelia Medina para ayudar a las comunidades zapatistas en Chiapas. Adela trata de obtener recursos económicos por un lado, y por otro, mantener la casa como un espacio abierto a la cultura. Pese a todo, cada año se celebra allí la tradición del Día de Muertos, colocando una colosal ofrenda iluminada por 4 mil velas encendidas durante diez días continuos, con el fin de que los niños conozcan esta tradición.
Adela aún tiene deudas sin pagar que adquirió cuando tuvo que regularizar los documentos de la casa. Aunque ha recibido innumerables ofertas de políticos y empresarios millonarios nacionales y extranjeros quienes compiten por apropiársela, Adela se niega a que la casa de su padre quede en manos privadas. La Casa Fuerte debe seguir siendo un espacio abierto a la cultura popular.
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, México, América Latina, Coyoacán, Distrito Federal
Integración regional en América Latina : Chile, Colombia, México
Adela ha trabajado incansablemente desde hace 17 años para mantener en pie y abierto un espacio sumamente representativo de la historia de México. Se trata de la Casa-Fuerte de su padre “El Indio Fernández” uno de los más grandes cineastas de la Época de Oro del cine mexicano. El objetivo tanto de Adela así como de “El Indio” ha sido conservar esta casa como un espacio abierto a las diferentes expresiones de la cultura popular, a manifestaciones artísticas independientes y a la conservación de las tradiciones mexicanas. Desgraciadamente este valioso trabajo ha sido ignorado por parte de las instituciones dedicadas a la cultura ya que ninguna ha contribuido a la costosísima conservación del lugar. La Casa-Fuerte comparte una lamentable realidad junto con otros espacios que forman parte del patrimonio cultural e histórico: la ausencia de interés por parte del Estado latinoamericano por rescatar y conservar estos baluartes. Este proceso abre el peligro de que se deterioren y se pierdan estos lugares y con ellos, gran parte de la identidad cultural mexicana y de su memoria colectiva.
Esta ficha fue realizada en el marco del desarrollo de la alianza metodológica ESPIRAL, Escritores Públicos para la Integración Regional en América Latina.
Entrevista
FERNÁNDEZ, Adela. Escritora. Domicilio: Zaragoza 51, esquina con Dulce Oliva. Colonia Santa Catarina. Delegación Coyoacán. Distrito Federal. Teléfono (52-55) 5554-7589, Correo electrónico: adelafernandezescritoramexicana@hotmail.com
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