Una mujer mayor trabaja por la paz y la dignidad humana
10 / 2003
« Busco un futuro para nuestros hijos y para nuestros nietos », es el clamor de Argelia García, mujer de cincuenta y ocho años de edad que viene desde Medellín a la Asamblea por la Paz. Medellín es una ciudad localizada en las inmediaciones de la cordillera central de Colombia, país situado al norte de Suramérica. Ella representa la FEPI, Fundación sin ánimo de lucro para el fomento de la educación popular y la pequeña industria, alma del barrio Popular Uno, de las comunas en Medellín.
Ingresó a esta fundación con el deseo de colaborar en un programa que ofrece a la comunidad tanto formación industrial y en manejo de máquina plana e industrial, como formación artística, grupos de danzas, teatro, pintura, etcétera. La fundación presta estos servicios a los niños, personas de la tercera edad y en general a todo el que lo necesite. Los participantes pagan pago diez mil o veinte mil pesos según su condición económica y FEPI consigue con ello los insumos para la enseñanza.
Tanto el barrio Popular Uno como otros de la Comuna 13 de Medellín* viven un fuerte conflicto social y armado que involucra a todas los habitantes y las actividades de la fundación adquieren en este contexto mucho sentido. Al ingresar a la fundación, Argelia lo hizo seducida también por la conciencia de este grupo sobre la situación de guerra que está reventando el tejido social y sobre la necesidad de una solución para la salida no armada del conflicto.
Argelia también hace parte de las Mujeres de Negro, llamadas así porque se visten de luto los últimos martes de cada mes en conmemoración de las mujeres desplazadas y víctimas de cualquier tipo de violencia física y sicológica. Ellas comparten un sueño pacifista, antimilitarista y sobre todo el deseo por construir una ética de la no violencia. Desde que pertenece a esta agrupación se ha desplazado por diferentes zonas en donde la guerra deja sus huellas de desolación y muerte. Busca llevar consuelo a las mujeres que se encuentran en dicha situación; si bien se entregan alimentos y medicinas, lo más importante está en otra dimensión. Lo primordial, dice Argelia, es llevarles un mensaje de esperanza y tranquilidad, junto con las charlas a las personas agredidas sobre que no piensen en la venganza, sino en la salida pacífica del conflicto armado.
Ella afirma que no hay que ir muy lejos para sufrir los rigores de la guerra. Esta se vive en el campo y en la ciudad. Argelia ha visto la manera en que grupos paramilitares se apoderan del barrio, desalojan a la gente de sus casas y las toman para sí. De modo, dice ella que claramente el desplazamiento no es un problema exclusivo de las zonas rurales. Pero esta realidad no la conoce el resto del país. Los encargados de los medios de comunicación la ocultan pues, o no tienen acceso al lugar o simplemente guardan silencio, con lo que alimentan la impunidad de este delito. Los medios de comunicación « sólo se dan vitrina gracias a las comunas, no son leales con su verdadera situación », distorsionan la verdad, la acomodan siempre contra los más pobres ».
Argelia asegura sentirse cansada en el camino por la búsqueda de la paz. La razón es que ella es viuda y en Colombia « las viudas no tenemos acceso a nada. Las de la tercera edad sufrimos la discriminación total ». Por eso, al ingresar a las Mujeres de Negro no se siente tan sola en esta lucha, ya que desde allí « se busca el reconocimiento total, para que respeten nuestros derechos », así como terminar con la impunidad y no dar más dinero para la guerra. « ¿Para qué parimos nosotras a nuestros hijos? ¿Para que los desaparezcan, para que los desplacen?".
La llegada de los paramilitares ha llevado temor a los barrios y la situación económica cada día se hace más difícil. Ella trabajaba vendiendo tamales pero al caer enferma tuvo que acudir al « plante » (dinero que se utiliza para invertir en un negocio, en este caso el de los tamales) pues el SISBEN (Sistema de selección de beneficiarios para programas sociales) no cubrió todo su tratamiento pues solo proporciona medicamentos hasta por un valor de cincuenta mil pesos. Entonces para ella es evidente la falta de solidaridad del gobierno y le desagrada tanta inversión para la guerra y tan poca en los programas sociales.
Luchan contra la discriminación por ser mujeres, luchan por buscar igualdad de trato y de oportunidades y además luchan por buscar la paz para todas las personas. Ellas son generadoras de vida, saben su valor, que reconocen haciéndose más sensibles frente a la muerte. Su manera diferente de acercarse al mundo las hace capaces de enfrentarse a todo por la defensa de la vida. Como madres saben del dolor que causa la muerte de un hijo y por ello se unen en este dolor con quienes lo han padecido. Y este saber las lleva a respetar con mayor firmeza la creencia de la salida no armamentista de la guerra.
Ficha realizada en el evento « IV plenaria ’Asamblea Permanente De La Sociedad Civil Por La Paz » Bogotá, Colombia, 9, 10, 11 octubre de 2003. Para más información, se puede comunicar al No Fax:2586532 y al correo electrónico FEPI@epm.net.
* Medellín es una ciudad dividida en 7 zonas, que a su vez se dividen en 16 comunas, compuestas, cada una, por barrios.
Entrevista con GARCIA, Argelia
Entretien
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