(Capitalisation: le saut du témoignage à sa transcription)
08 / 1993
Muchas veces me ha ocurrido, en los países andinos y en Francia, devolver un testimonio a su autor y escuchar enseguida el comentario siguiente, en tono catastrófico: « ¡No es posible que yo hable tan mal! »
Muchas veces me ha ocurrido querer comenzar una colecta de testimonios con vistas a una capitalización de experiencia y no tener luego tiempo para transcribir o terminar la transcripción. Si no hablo de ello, nadie me reclama nada; el silencio esconde las frustraciones o las angustias: « ¡Era tan malo que no lo ha hecho! » « ¡Tiene gente más importante a quién le da prioridad!". Etc.
Desde el momento en que uno toma la iniciativa de grabar un testimonio o asume la responsabilidad de apoyar uno, entran a jugar innumerables expectativas y múltiples tabús. El salto del testimonio a su transcripción es uno de los más difíciles y de los más importantes para la capitalización de la experiencia. Es algo exigente en tiempo y en concentración. Y es algo extremadamente delicado porque prepara el momento en que los autores van a encontrarse de cara con una imagen de ellos mismos que quizás no imaginaban.
El testimonio más azaroso es sobre todo el primero. Es rico en potencialidades, pues puede desbloquear ganas o traumas, forjar confianzas, lanzar el parto de los conocimientos. Pero está asimismo cargado de peligros; puede tener el efecto exactamente inverso: bloquear, traumatizar, destruir la confianza, hacer abortar los conocimientos. Y no bastan las buenas intenciones.
Cuando comencé esta clase de actividades, mi primera obsesión, nacida de las susceptibilidades que frecuentemente había hallado en el terreno, consistía en establecer reglas de juego muy claras para evitar todo riesgo de expropiación de los aportes locales en beneficio de intermediarios intelectuales. Es así como me limitaba a una transcripción literal respetuosa de todos los decires y de todas las maneras de decir.
Pronto descubrí que, si bien la intención era buena, hacía falta hacer mucho más sino se contribuía a crear nuevos bloqueos: da gu sto hablar en un estilo familiar pero a menudo uno también quisiera descubrir luego en la transcripción que « ¡habló como libro! »
Es así como tuve que aprender, para cuidar toda suerte de interpretación, a preparar hasta tres versiones de un primer testim onio: una primera, literal y respetuosa de la autenticidad oral; una segunda, corregida de sus reiteraciones, de sus muletillas verbales, de ciertos giros poco escritos, de construcciones de frases que no funcionan sin el tono o el gesto, y respetuosa dela capacidad de expresión del autor; una tercera, más elaborada, con sub-títulos, impresa en formato libro, y respetuosa de lo que se merece el autor.
En general una hora de registro exige así ¡al menos diez horas de trabajo para dar forma a su versión e scrita!
No siempre es necesario pero es a menudo muy importante para lanzar al autor del testimonio a transformarse en autor de capitalización. La primera versión establece las relaciones de confianza: no habrán manipulaciones. La segunda ofrece las cond iciones para mejorar el trabajo: es más fácil retomar, corregir, aumentar… La tercera brinda una garantía que estimula al mostrar las potencialidades: lo que se dijo es atractivo y puede ser compartido si se quiere.
Una vez realmente instalado el clima de confianza, se pueden evitar ciertas versiones intermedias.
Pero el asunto no se detiene allí. Del testimonio a su transcripción: en ese momento regresan muchos pudores y miedos perdidos durante el diálogo verbal. Así, ¡hay cosas que se dicen pero no s e escriben! Sean expresiones, sean referencias a personas concretas, sean… A veces eso bloquea, a veces comienza al contrario todo un proceso de negociación y de armonización.
communication, méthodologie
, France, Pays andins
Del testimonio a su transcripción: afrontamos aquí toda una escala de valores culturales donde lo escrito aplasta lo oral con sus prestigios y con sus rigores. La transcripción y sus primeras versiones devienen así un arte que se aprende en la medida en que se hace con placer y por tanto con paciencia: ¿hasta dónde emprender limpiezas o reconstrucciones sin despojar al autor? ¿hasta qué punto limitarse para que aparezcan las potencialidades sin mascarle el trabajo el autor y sin mellar la confianza de éste en sí mismo?
Siempre es algo delicado. Pero, de todos modos, jamás existe peor testimonio que aquél que no ha sido transcripto y que no ha sido devuelto, pues por más que se acepten explicaciones sobre el tiempo, los recursos, las disponibilidades, s iempre queda el sinsabor de la duda: ¿y si fuera porque él piensa que no vale nada?
Es gracias a una práctica larga que pude familiarizarme con el testimonio para la capitalización. He aprendido ahí por el procedimiento de ensayo-error. Pocos son los err ores que lamento, ya que me enseñaron. ¡Los casos irremediables son más bien aquellos en que no cometí errores, en que simplemente no logré hacer por haber abarcado demasiado!
Traducción de la ficha « Capitalisation : le saut du témoignage à sa transcription »