08 / 2007
Es necesario desmistificar la propaganda sobre los supuestos beneficios de los agrocombustibles. El concepto de energía “limpia” y “renovable” debe ser discutido a partir de una visión más amplia que considere los efectos negativos de estas fuentes.
La producción de etanol a partir de la caña de azucar y del maíz
En el caso del etanol producido a partir de la caña de azúcar, el cultivo y el procesamiento de la caña contaminan el suelo y las fuentes de agua potable, pues utilizan gran cantidad de productos químicos. Cada litro de etanol producido dentro del ingenio, en circuito cerrado, consume cerca de 12 litros de agua. Esta cantidad no incluye el agua utilizada en el cultivo, que, en el caso de los monocultivos irrigados, consumen mucho más. Por lo tanto, la producción de agroenergía representa un riesgo de mayor escasez de fuentes naturales y acuíferos.
El proceso de destilación del etanol produce un residuo llamado vinaza. Para cada litro de etanol producido son generados de 10 a 13 litros de vinaza. Una parte de la vinaza puede ser utilizada como fertilizante, si se la diluye en agua. Sin embargo, los investigadores advierten que esta sustancia contamina ríos y fuentes de agua subterráneas. Si la producción anual de etanol en Brasil es de 17 mil millones de litros, ello significa que por lo menos 170 millones de litros de vinaza son depositados en las regiones de los cañaverales al año.
Por otra parte, la quema de la caña sirve para facilitar el trabajo de la cosecha, además de que, cuando se corta caña quemada, la mano de obra es más barata. Sin embargo, esta práctica destruye gran parte de los microorganismos del suelo, contamina el aire y produce enfermedades respiratorias. El procesamiento de la caña en los ingenios también contamina el aire a través de la quema del bagazo, que genera hollín y humo. El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales ha decretado estado de alerta en la región de los cañaverales en São Paulo (mayor productor de caña del país) porque las quemadas llevaron a una humedad relativa del aire de niveles extremadamente bajos, entre 13% y 15%.
Además de la degradación ambiental y del uso indiscriminado de los recursos naturales, el monocultivo de la caña de azúcar domina algunas de las mejores tierras cultivables del país. La expansión de este monocultivo sustituirá tierras productoras de alimentos por producción de agroenergía, guiada por la lógica de la ganancia. En Brasil, la producción de caña de azúcar ha invadido áreas de asentamientos de la Reforma Agraria, de comunidades tradicionales y de otros sectores del agronegocio, como la pecuaria.
En el caso de la producción de etanol a partir de maíz, el problema central es el riesgo que este proyecto presenta para la soberanía alimentaria. La diferencia en relación a otros cultivos es que el maíz es uno de los principales granos que forman la base de la alimentación humana y su utilización como combustible debe generar un aumento de precios de varios productos.
Recientemente, el gobierno de los Estados Unidos anunció que pretende sustituir el 20% del consumo de gasolina con etanol. En la actualidad, el maíz es la base da la producción de etanol en los EEUU. La meta del gobierno Bush es llegar a una producción anual de 132 mil millones de litros de etanol hasta 2017. Para ello, Estados Unidos (mayor productor de maíz del mundo) tendría que utilizar toda su producción (268 millones de toneladas de maíz) y aun así necesitaría importar cerca de 110 millones de toneladas – lo que equivale al total de la producción anual de maíz en Brasil.
En 2006, el precio del maíz en el mercado mundial tuvo un aumento del 80%. En México, el aumento de las exportaciones de maíz para abastecer el mercado de etanol en los Estados Unidos causó un aumento del 100% en el precio de las tortillas, que representan la principal fuente de alimento de la población. En la China, previendo un problema de abastecimiento, el gobierno ha prohibido la producción de etanol a partir de maíz.
La edición de marzo de 2007 de la revista Globo Rural trae un artículo que dice: “En términos mundiales, el cultivo de maíz deberá avanzar sobre las áreas de soja, trigo y algodón, lo que va a causar un alza generalizada de estos productos en un verdadero efecto dominó”. Los precios del trigo y del arroz ya subieron, pues la demanda de estos cereales aumenta a medida que la población busca alternativas para remplazar el maíz.
El alza del precio del maíz debe afectar también el costo de la cría de aves, vacunos y porcinos, pues representa un 75% de todos los granos utilizados en la ración balanceada para animales. Esto acarrea un incremento en el precio de productos derivados, como leche, huevos, queso, manteca, etc. Según el director de la Unión Brasileña de Avicultura, Clóvis Puperi, “ningún cereal tendría la capacidad de sustituir el maíz con rapidez y sin causar un terremoto en el mercado.
Otra amenaza es la elevada cantidad de agua utilizada en la producción de maíz. Según el profesor Pimentel, de la Universidad de Cornell, en Nueva York, para cada kilo de maíz producido, se gastan de 500 a 1.500 litros de agua. Y para producir un litro de etanol a base de maíz, se necesitan de 1.200 a 3.600 litros de agua. Además, los ingenios son movidos a carbón o gas, lo cual resulta en mayor emisión de carbono a la atmósfera.
La producción de diesel vegetal a partir de la soja y del aceite de palma
En el caso de la soja, las estimaciones más optimistas indican que el saldo de energía renovable producido para cada unidad de energía fósil que se gasta en el cultivo es de 0,4 unidades. Esto se debe al consumo de petróleo utilizado en fertilizantes y en máquinas agrícolas. Además, la expansión de la soja ha causado una enorme devastación de las selvas y sabanas, destruyendo la biodiversidad en varios países, incluso en Brasil.
No obstante ello, la soja ha sido presentada por el gobierno brasileño como principal cultivo para el agrodiesel, por el hecho de que Brasil es uno de los mayores productores del mundo. “La cultura de la soja surge como la joya de la corona del agronegocio brasileño. La soja puede ser considerada como la cuña que permitirá la apertura de mercados de biocombustibles”, afirman investigadores de EMBRAPA – Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria.
El gobierno estima que más de 90 millones de hectáreas de tierras brasileñas podrían ser utilizadas para producir agrocombustibles. Solamente en la Amazonia, la propuesta es cultivar 70 millones de hectáreas con dendê (aceite de palma). Este producto es conocido como “diesel de la deforestación”. Su producción ya ha causado la devastación de grandes extensiones de selvas en Colombia, Ecuador e Indonesia. En Malasia, el mayor productor mundial de aceite de palma, el 87% de las selvas fueron devastadas.
En Indonesia, el gobierno pretende expandir la producción de aceite de palma en 16,5 millones de hectáreas, lo que puede resultar en la destrucción del 98% de las selvas. Varias organizaciones ambientalistas alertan que la expansión de monocultivos en áreas de selvas representa un riesgo mucho mayor para el calentamiento global que las emisiones de carbono provenientes de combustibles fósiles.
Más allá de la destrucción de tierras agrícolas y de selvas, hay otros efectos contaminantes en este proceso, como la construcción de infraestructura de transporte y almacenamiento, que demandan gran cantidad de energía. Sería necesario también aumentar el uso de máquinas agrícolas, de insumos (fertilizantes y agrotóxicos) y de irrigación para garantizar el aumento de la producción. En el caso del aceite de palma, un estudio del instituto Delft Hydraulics constató que cada tonelada producida representa 33 toneladas de emisiones de dióxido de carbono. Por lo tanto, este combustible vegetal contamina 10 veces más que el diesel común.
La producción de biomasa a partir de material celulósico
Nuevas investigaciones pretenden introducir en el mercado mundial la llamada “segunda generación” de agrocombustibles, desarrollados a partir de material celulósico, que estarían disponibles dentro de aproximadamente diez años. Con ello, se crea la idea de que los agrocombustibles producidos a partir de fuentes de alimento serían sustituidos rápidamente, alejando el riesgo de impacto sobre la seguridad y soberanía alimentaria. Pero, en el caso de que se mantenga el actual ritmo de expansión de las plantaciones de maíz, caña, soja y palma (que actualmente son las principales materias primas para agrocombustibles), dentro de diez años ya tendremos un impacto significativo.
De acuerdo con el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas de Alimentación (International Food Policy Research Institute), el precio de los alimentos puede subir de un 20 a un 33% hasta 2010 y de un 26 a un 135% hasta 2020, en el caso de que se mantenga la actual expansión de la producción de agrocombustibles. Según la FAO, actualmente cerca de 824 millones de personas no tienen acceso a alimentación adecuada. Este número puede subir a 1,2 mil millones como consecuencia del aumento del precio de los alimentos.
Otro mito en relación a los agrocombustibles celulósicos es que no utilizarían tierras agrícolas y de que serían aprovechados residuos orgánicos de las mismas plantaciones de maíz, caña, etc. En primer lugar, lo que se suele llamar residuos orgánicos son fertilizantes naturales que sirven para nutrir y proteger el suelo. Si este material es utilizado para otro fin, sería necesario aplicar fertilizantes químicos, a base de petróleo, lo que anularía los efectos positivos en relación al calentamiento global.
La biomasa a partir de material celulósico se está desarrollando principalmente a través de especies genéticamente modificadas de árboles, que presentan un fuerte peligro de contaminación de otros cultivos, pues es prácticamente imposible controlar su polinización, además del riesgo de extensión de estos cultivos en áreas de selva.
Agrocombustibles transgénicos
Empresas de organismos genéticamente modificados, o transgénicos, pasaron a desarrollar tipos de cultivos no comestibles, solamente para la producción de agroenergía. Como no hay medios de evitar la contaminación de los transgénicos en plantaciones nativas, esta práctica pone en riesgo la producción de alimentos y puede agravar el problema del hambre en el mundo.
En Estados Unidos, la producción de etanol ya se hace a partir de un tipo de maíz transgénico, no comestible. Los mismos agricultores admiten que no hay medios de controlar la contaminación, pues cultivan al mismo tiempo maíz para etanol y para el consumo humano.
La expansión de la producción de agroenergía es de gran interés para empresas de organismos genéticamente modificados como Monsanto, Syngenta, Dupont, Dow, Basf y Bayer, que esperan obtener una mayor aceptación del público si difunden los productos transgénicos como fuentes de energía “limpia”.
En Brasil, el grupo Votorantim ha desarrollado tecnología para la producción de caña transgénica para la producción de etanol, a través de dos empresas, Alellyx y CanaVialis, que han hecho recientemente una alianza con Monsanto. Se trata de un acuerdo que permitirá que Alellyx y CanaVialis tengan acceso a genes de soja y algodón transgénicos desarrollados por Monsanto para aplicar esta tecnología en las investigaciones de la caña de azúcar transgénica.
agrocarburant, agriculture et environnement, pollution des sols, production d’énergie, souveraineté alimentaire
Agroénergie : mythes et impacts en Amérique latine
Los textos y manifiesto “Tanques llenos a costas de estómagos vacíos” fueran presentados en el Seminario “La expansión de la industria de la caña en América Latina, 26 al 28 de febrero de 2007, en Sao Paulo, Brasil.
Este dosier « Agroenergía: Mitos y impactos en America Latina » está tan disponible en inglés, portugués y francés.
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