Un eslabón en la construcción de la tolerancia multirracial
07 / 2005
A raíz de la implementación del modelo neoliberal en América Latina, los índices de desempleo y pobreza se han incrementado considerablemente. Actualmente, de acuerdo con datos de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina de la ONU), poco más del 40% de la población de la región vive en condiciones de pobreza, y otro 20% en pobreza extrema, es decir, con menos de un dólar al día. En este contexto socioeconómico, la emigración de miles de trabajadores hacia los países desarrollados se ha convertido en un fenómeno en expansión.
Los países a los que se dirigen los emigrantes latinoamericanos son variados, pero una gran proporción tiene por destino Estados Unidos, principalmente los estados de California y Nueva York. Diariamente un millón de personas cruzan la frontera norte de México con documentos legales, y aproximadamente 3 mil lo hacen de forma ilegal, atravesando ríos, desiertos o contratando los servicios de los “polleros” (personas que cobran por atravesar ilegalmente a los emigrantes).
El éxodo creciente de latinoamericanos hacia Estados Unidos ha posicionado a la población hispana como la primera minoría de ese país, superando a la población afro-americana, históricamente el grupo étnico mayoritario después de los blancos anglosajones. De acuerdo con el censo de población del año 2000, en Estados Unidos radican 35.5 millones de inmigrantes hispanos, casi el 13% de la población total, y se estima que para el 2050 este porcentaje se incremente hasta el 25% (100 millones de hispanos). Otro dato relevante es que poco más del 80% de la población hispana se concentra en los 20 centros urbanos económicamente más importantes de Estados Unidos, constituyéndose, en promedio, en una quinta parte (21%) del total de esas poblaciones.
El flujo migratorio latinoamericano no sólo está modificando la estructura demográfica de Estados Unidos, también es generador de transformaciones socioculturales. La diáspora hispana va imponiendo de forma paulatina su cultura, fundamentalmente su lengua. Hoy en día, el español es la segunda lengua más hablada en Estados Unidos, e incluso, en ciudades como Los Ángeles y en algunas zonas fronterizas es posible comunicarse totalmente en español.
Sin embargo, la inmensa dimensión socioeconómica y cultural del fenómeno migratorio hispano no se refleja aún en una legislación adecuada que otorgue y promueva los derechos de este sector de la población al interior de Estados Unidos. La intolerancia racial y cultural es un fenómeno muy común en la sociedad estadounidense. La lucha del sector hispano por garantizar sus derechos como trabajadores y ciudadanos y preservar sus raíces culturales ha sido larga y difícil, y aunque todavía no rinde los frutos deseados, sí ha tenido grandes éxitos, particularmente en el sector de la educación y la cultura.
Uno de los proyectos que reflejan claramente el proceso de asimilación de la cultura hispana al interior de la sociedad anglosajona, es el “Programa Dual de Inmersión del Lenguaje” (PDIL). Este proyecto surge en 1962 en el condado de Dade, en Miami, Florida, a raíz del fenómeno migratorio del exilio cubano. El gobierno estadounidense creó una escuela de educación primaria bilingüe que permitiera a los niños exiliados recibir la misma educación básica que la de sus compañeros estadounidenses, a la vez que se les enseñaba a leer y escribir en su lengua materna y en lengua inglesa. El objetivo central del proyecto bilingüe se acotaba a facilitar la asimilación de los inmigrantes a la lengua inglesa y a la cultura estadounidense hasta alcanzar el monolingüismo en inglés. Este enfoque educacional predominó en la base estructural del proyecto federal a partir de la aprobación, en 1968, del Acta de Educación Bilingüe.
En la década de los años setentas este tipo de escuelas se expandió a otras ciudades del país donde comenzaban a formarse grandes núcleos de inmigrantes hispanos como Washington, D.C., Chicago y San Diego. De forma simultánea al desarrollo de esta política gubernamental para otorgar espacios de educación a la población de origen hispano, comenzaron a proliferar los movimientos ciudadanos antimigrantes que rechazaban la educación bilingüe argumentando que fomentaba la división étnica-cultural y amenazaba la supervivencia de la cultura anglosajona. Estos grupos ejercieron suficiente presión y en 1978 lograron que el Congreso prohibiera el financiamiento federal destinado a programas de educación bilingüe. Esta prohibición se mantuvo vigente hasta 1994, mientras tanto, las pocas escuelas bilingües que siguieron funcionando debieron hacerlo con sus propios recursos.
A lo largo de este periodo, se desarrollaron múltiples debates sobre los objetivos educacionales del proyecto. Predominaron tres enfoques que reflejan los puntos de vista al interior de la sociedad estadounidense sobre la política de la “americanización del inmigrante” y el fomento a la tolerancia de las diferencias étnicas. Uno de ellos, el llamado “asimilacionista”, se apega al enfoque gubernamental sobre la educación bilingüe: ésta debe servir como canal de transición de la cultura hispana hacia la cultura anglosajona estadounidense. El segundo enfoque, denominado como “igualdad de oportunidades”, promueve que los alumnos hispanos tengan derecho a acceder a las mismas instituciones que los anglófonos, pero considerando que su incorporación a la enseñanza en inglés debe ser directa. Estos dos enfoques buscan que el alumno termine asimilándose completamente, a través de la escuela, a la cultura estadounidense. El tercer enfoque se sustenta en la educación multicultural: el objetivo es desarrollar estudiantes bilingües y biculturales, es decir, estudiantes que además de aprender dos idiomas se desenvuelvan en dos culturas. Este enfoque resalta la importancia de crear espacios de comunicación y entendimiento entre la comunidad hispana y la anglosajona, a la vez que fomenta que la comunidad hispana preserve sus raíces culturales sin aislarse de la comunidad de origen estadounidense, y promueve el reconocimiento y el respeto de la cultura hispana por parte de la población anglófona.
A raíz de la reapertura del apoyo gubernamental a la educación bilingüe, se agudizó el debate político sobre los derechos de los inmigrantes. Los movimientos antimigrantes se radicalizaron y lograron que en estados como California, Arizona y Massachussets, que tienen un alto índice de población hispana, se prohibiera la educación bilingüe en los años 1998, 2000 y 2002 respectivamente. A su vez, este fortalecimiento del fenómeno antimigrante favoreció que las escuelas adscritas al PDIL en otras ciudades retomaran el enfoque de educación multicultural.
Este conflicto no enfrentó exclusivamente a los grupos antimigrantes y a los promotores del PDIL. Con el paso del tiempo comunidades enteras comenzaron a debatir en torno a temas como la agudización de las tendencias xenófobas y la necesidad de fomentar y promover la tolerancia multirracial. Incluso, en algunos condados, los padres de familia, los jóvenes y el sector académico se organizaron para crear este tipo de escuelas, que actualmente suman 460 en todo el país. La escuela Atkinson, por ejemplo, fue fundada en 1996 en Portland, Oregon, como una iniciativa ciudadana de educación multicultural.
Carmen Hernández, profesora de origen hispano en la escuela Atkinson, habla de las ventajas de este proyecto educacional que motivan a los padres de familia de la comunidad, tanto hispanos como anglófonos, a inscribir a sus hijos en este tipo de escuelas: “Los padres anglófonos buscan que sus hijos aprendan a temprana edad otra lengua. También consideran de suma importancia que los niños conozcan otras culturas y sean capaces de respetar y valorar las diferencias étnico-culturales. Por su parte, algunos padres hispanos perciben que este tipo de escuelas abre un amplio espectro de posibilidades académicas y laborales a sus hijos, puesto que el dominio del idioma inglés es fundamental para proseguir hacia la educación superior, y el bilingüismo les otorga una gran ventaja, a largo plazo, dentro del campo laboral.”
Pero no todos los padres hispanos están preocupados por que sus hijos aprendan inglés, algunos desean que sus niños aprendan la lengua española y se reconcilien con su origen hispano. Cabe mencionar que aproximadamente la mitad de los hispanos de segunda generación se integran de manera tan completa a la cultura estadounidense que no aprenden a hablar español. Carmen comenta: “en el caso de Kratna, mi hija de 11 años, su desarrollo en esta escuela le ha permitido valorar y sentirse orgullosa de su origen hispano. El afianzamiento del dominio del español, que comenzaba a perder, ha favorecido su aproximación a sus abuelos y bisabuelos que viven en México, y la convivencia simultánea con niños hispanos y angloparlantes ha abierto su espectro de amistades. A Kratna le gusta que sus amigos anglosajones compartan muchos elementos de la cultura hispana y la respeten.”
“Me gustaría mencionar otro gran logro del proyecto de educación bicultural: cuando los niños crecen en un ambiente de tolerancia, respeto y solidaridad, las diferencias y conflictos no sólo se diluyen entre dos sociedades culturales tan disímiles como la anglosajona y la hispana, también se presentan grandes cambios en las relaciones de género, edad y condición social. A su vez, los niños reproducen este tipo de relaciones en sus hogares, contribuyendo de esta manera a un mayor entendimiento social”. Este fenómeno presenta un reflejo particular en la sociedad hispana: los niños dejan de identificarse de forma exclusiva con su nacionalidad de origen y se asumen simplemente como hispanos, “y esto los beneficia considerablemente, principalmente en lo que respecta a su autoestima y seguridad, porque les permite sentirse parte de un grupo que es solidario entre sí frente a un entorno de exclusión y racismo que puede llegar a ser muy hostil”.
De esta manera, para los padres hispanos quizá “el mayor valor del proyecto radique en el hecho de que sus hijos se desarrollan en un ambiente donde no se les discrimina y se les respeta a pesar de ser diferentes”, y este fenómeno se refleja no sólo al interior de la escuela, sino también en la comunidad. “A partir de la proliferación de este programa en la ciudad, las relaciones entre la población hispana y la anglosajona son mucho más cordiales”, concluye Carmen. Es evidente que el Programa Dual de Inmersión del Lenguaje nos enseña que la mejor forma de aprender sobre tolerancia es la convivencia cotidiana con personas de otras culturas
intégration régionale, éducation interculturelle, exclusion sociale, interdépendance culturelle, tolérance
, Etats-Unis, Portland, Oregon
Intégration régionale au Chili, Colombie et Mexique
La educación bilingüe y bicultural que definen al Programa Dual de Inmersión del Lenguaje le otorgan un valor excepcional a este proyecto y lo constituyen en una herramienta esencial para el desarrollo de la comunidad hispana en Estados Unidos. Su importancia radica fundamentalmente en que más allá de favorecer simplemente la integración entre hispanos y anglófonos, promueve el entendimiento y la convivencia con base en el reconocimiento y el respeto de las diferencias étnico-culturales, contrarrestando así la concepción de una sociedad estadounidense que se piensa homogénea.
Finalmente cabe destacar que otro elemento muy valioso del proyecto es que favorece la cohesión de la comunidad hispana en torno a su propia identidad cultural. Una lengua y una historia común devienen en los pilares principales de una identidad hispana-latinoamericana que, logrando traspasar y diluir las fronteras culturales de las diversas naciones que integran a la América Latina, lucha por su preservación como parte integrante de la sociedad estadounidense.
Esta ficha fue realizada en el marco del desarrollo de la alianza metodológica ESPIRAL, Escritores Públicos para la Integración Regional en América Latina.
Entretien
HERNÁNDEZ SOLÍS, Carmen. Profesora de la Escuela Atkinson. Portland, Oregon, EUA. Correo electrónico: carmen_s_ramirez@yahoo.com.mx Tel: (1-503) 771-8035
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