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Narcocultura: música, marihuana y mucha acción

La cultura del narcotráfico en los medios de entretenimiento.

Marcos ALMADA

07 / 2005

En América Latina el tema del narcotráfico siempre está presente, muchas veces permanece adormilado, pero de pronto renace con nuevas facetas y nueva energía. Primero, debemos hacer un intento por explicar lo que es la narcocultura. Desafortunadamente por ser un fenómeno relativamente nuevo, carecemos de fuentes de referencia que esclarezcan el concepto. Sin embargo, la lógica nos dice que la narcocultura son aquellas manifestaciones sociales que giran alrededor del mundo del tráfico de estupefacientes. Para las personas que vivimos en países con un alto índice de narcotráfico el concepto de narcocultura puede resultar evidente, mientras que para las personas que se encuentran alejadas del fenómeno, el término puede resultar bastante etéreo.

La narcocultura tiene su propio lenguaje y sus propios medios de comunicación, es aparentemente un mundo aparte que en ocasiones intenta penetrar al mundo cotidiano en búsqueda de aceptación social o como un reto a lo tradicionalmente aceptado. El narco, por su naturaleza ilegal, intenta mantenerse en un velo de misterio, lo que puede crear un sentimiento de romanticismo en torno a éste. Dicho sentimiento le ha ayudado a adquirir un gran número de seguidores que no necesariamente están involucrados en actividades ilegales de consumo y venta de drogas.

En México, las manifestaciones más populares de la narcocultura son sin duda los narcocorridos, canciones populares que narran hazañas y biografías de los capos y mafiosos más renombrados. Estos protagonistas se han convertido muchas veces en ídolos, leyendas y figuras épicas. Siempre es en el sector popular y en las clases socioeconómicas bajas donde se popularizan dichas historias y personajes. En un inicio los narcocorridos adquirieron tal popularidad que el gobierno hizo un esfuerzo de erradicarlos al prohibir su transmisión al aire. Sin embargo los discos siguen vendiéndose y transmitiéndose. Personajes míticos del narco mexicano como Rafael Caro Quintero, el Señor de los Cielos, Amado Carrillo, (llamado así porque controlaba el uso ilegal del espacio aéreo mexicano), junto con todos los grandes están ahí.

Los narcocorridos dieron pie al narcocine. Muchas de las historias de los corridos pasaban directamente a la pantalla grande y posteriormente a la televisión. Incluso a veces sus intérpretes se volvían actores como el caso de la popular banda musical Los Tigres del Norte. El narcocine tuvo un éxito igual o mayor que los narcocorridos. Esto implicó que la temática del cine mexicano cambiara radicalmente, así como su audiencia. El cine se convirtió en el medio más popular de los narcos. Ellos mismos incursionaron en la industria, financiando algunas de éstas películas, incluso llegando hasta convertirse en actores. Además la industria cinematográfica representa una excelente forma de lavar su dinero y obtener de paso buenas ganancias.

Los célebres hermanos Almada, quienes empezaran como actores en el género Western en los años sesenta, pronto comenzaron a hacer carrera en esta rama, donde encontrarían una mina de oportunidades. En entrevista para el proyecto ESPIRAL, Mario Almada (que a sus 83 años continúa haciendo películas) cuenta cómo es que el mundo del cine se vio invadido por el mundo del narcotráfico y cómo los capos (con mucha prudencia, claro) se involucraron en las producciones para alimentar sus insaciables egos. Pero lo sorprendente de todo esto fue el rápido éxito que tuvieron con el público del sector popular.

Mario recuerda cuando interpretó al conocido capo Caro Quintero en la película Operación marihuana y a Lino Quintana en La banda del carro rojo, películas de gran éxito, quizá de las más taquilleras de su género en el país. En esta última película Mario y su hermano Fernando interpretaron a dos personajes humildes que por las circunstancias trágicas de sus vidas se ven obligados a formar parte del narcotráfico, pero que a lo largo del filme continúan siendo personas de “buena moral”.

Esta tendencia de reivindicar a los narcotraficantes no es nueva, desde casi un siglo atrás se ha venerado en el norte de México a un ladrón que entregaba dinero a los pobres; un Robin Hood moderno. El “santo” Malverde, como lo llaman, se ha convertido en el patrono de los narcotraficantes mexicanos. Se le rinde tributo con el fin de obtener una buena cosecha y buena suerte en los negocios. Se trata de un culto a la marihuana y a un estilo de vida. Su capilla se encuentra en Culiacán, Sinaloa, en el norte del país, la cual es una de las ciudades con más violencia generada por el narcotráfico.

La narcocultura está llena de símbolos propios y formas de expresión. Mario describe a los narcotraficantes que aunque prefieren mantenerse anónimos, su presencia los delata. De acuerdo a él, la característica más significativa de ellos es que no le tienen miedo a la muerte (que puede ser inminente en cada momento). El narco vive al día y su gran ambición le permite quitar sin escrúpulos a los que le estorben en su insaciable hambre de poder. Sin embargo, frente a esta implacable actitud se encuentra la imagen de un hombre generoso y amable. Después de decenas de películas, Mario asegura haber recibido un trato de lo más respetuoso y cordial. Pero por otro lado, el narcotraficante no tolera la traición, “eso jamás lo perdonan”, añade Mario.

Por otra parte la narcocultura se ha vuelto un fenómeno internacional, como lo es el propio narcotráfico. La narcocultura de la misma forma exporta valores específicos formando nuevas dinámicas culturales. Sorpresivamente, el éxito que han logrado los hermanos Almada con su larga carrera se ha visto grandemente favorecida con la comunidad mexicana residente en los Estados Unidos. Los corridos e historias de los narcos suelen involucrar la superación financiera, precisamente lo que busca el emigrante. Al igual que el emigrante, el narcotraficante es un ilegal, un rebelde y alguien no deseado. Hay una identificación muy cercana aunque no haya forzosamente una conexión directa con el consumo y la venta de drogas.

Las nuevas comunidades hispanas (no sólo los mexicanos son partícipes de la narcocultura) en los Estados Unidos importan y consumen la narcocultura en un anhelo de pertenecer a algo que les es familiar. La vestimenta norteña, el sombrero vaquero, la hebilla dorada y las botas picudas son manifestaciones que pueden encontrarse desde San Francisco hasta Centroamérica, como si la vida fronteriza y sus símbolos de identidad se extendieran fuera de su territorio geográfico. Es parte de un ideal que ciertamente el cine y los medios han ayudado a fomentar. El lenguaje, la música y esa actitud romántica de bandolero incomprendido también vienen denotados en el narcocine.

Además, en cuanto al cine se refiere, la presencia del narco significó una nueva fuente de ingresos que necesitaba la industria mexicana la cual se encuentra desde hace décadas en vías de decadencia, en gran parte por falta de apoyo económico. Muchas veces los mismos ranchos y automóviles que aparecen en pantalla son verdaderas propiedades de los narcocineastas, siempre con la actitud de mostrar su opulencia y poder.

El cine mexicano recibió un suspiro económico con la entrada del narco, sin embargo esto le costaría muy caro ya que ese estigma sigue presente hasta hoy. Mario asegura que los temas son repetitivos, de tal manera que se vuelve lastimoso. De igual manera, la calidad cinematográfica se ha visto diezmada por la falta de formación artística de sus realizadores.

Además, trabajar cerca de narcos o incluso tratar el tema del narcotráfico puede tener grandes riesgos. Mario recuerda como durante un rodaje, grupos del ejército soltaron balazos con el pretexto de haberlos confundido con supuestos narcotraficantes. El incidente no pasó a ser más que un mal susto, pero el desenlace por poco pudo haber sido muy diferente.

La presencia de narcotraficantes no es exclusiva del cine, comenta Mario; de acuerdo con él, el lavado de dinero está presente en casi cualquier industria, incluso en la política y en las campañas electorales. La diferencia solamente es que el cine es más llamativo y evidente.

Finalmente, Mario asegura que el tema del narcotráfico se está agotando y que las personas quieren ver cosas distintas en el cine y en la televisión. De hecho el cine en México tuvo una decaída terrible desde hace ya muchos años, las películas de narcos hace mucho que no aparecen en la pantalla grande, en parte por la saturación del tema pero también por la mala calidad que personas ajenas a este arte le imprimieron, incluyendo a los mismos narcos. El nuevo cine mexicano intenta reivindicar poco a poco este arte e industria. La pantalla grande ahora muestra otros temas y pocas veces aparece el tema del narcotráfico. Sin embargo, la narcocultura no muere con el narcocine. Incluso la narcocultura parece expandirse y ser partícipe de la globalización. Las películas siguen realizándose en grandes cantidades pero ahora dirigidas exclusivamente a televisión y video, con un mercado grandísimo en los Estados Unidos y Latinoamérica. Don Mario sigue trabajando arduamente, aunque ahora se ha pasado al bando de la justicia, interpretando casi siempre a comandantes que luchan precisamente contra el narcotráfico.

La narcocultura no terminará mientras exista el narco y siempre encontrará nuevos medios de expresión, incluso a veces insospechados. El reciente libro “La Reina del Sur”, basado en la vida de una mujer envuelta en el narcotráfico, del célebre novelista español Arturo Pérez-Reverte es un excelente ejemplo de la trascendencia de la narcocultura.

Mots-clés

intégration régionale, cinéma, drogue, drogue et violence, musique, industrie culturelle, audiovisuel


, Mexique, Amérique Latine, México, DF.

dossier

Intégration régionale au Chili, Colombie et Mexique

Commentaire

Las subculturas muchas veces tienden a causar dilemas morales por las formas alternativas en las que se manifiestan. Es por eso que éstas pueden resultar incómodas al resto de la sociedad y muchas veces al mismo gobierno. La narcocultura no surge como una oposición directa a lo convencional, sino que se aleja de ésta, estableciendo sus propias reglas y su propia moralidad. La vida del narcotraficante, llena de aventura y romanticismo trágico, resulta ser un excelente material para crear nuevas historias llenas de dramatismo. La cultura popular siempre está en búsqueda de nuevos héroes que le den un poco de esperanza en un mundo injustamente desigual.

El cine y la televisión funcionan como agentes culturales, transmisores de valores e ideas que alcanzan a un amplio sector social sin importar barreras territoriales. La exportación de la narcocultura puede parecer no ser digna ni constructiva, sin embargo es una manifestación muy real y muy tangible. La narcocultura, se quiera o no, es parte de la cultura. Por otro lado, México año con año recibe el desprecio norteamericano por su aparente apatía e ineficiencia en la lucha contra el narcotráfico. Quizá la narcocultura es una forma de hacerle frente a estos juicios autoritarios. Los pueblos latinoamericanos cargan cada vez más con el estigma del estereotipo del narcotráfico, primordialmente por la propagación de prejuicios generados en Estados Unidos y Europa. La riqueza de la narcocultura radica precisamente en que crea imágenes de si misma; es la visión de uno mismo y la contraposición del prejuicio ajeno.

Notes

Esta ficha fue realizada en el marco del desarrollo de la alianza metodológica ESPIRAL, Escritores Públicos para la Integración Regional en América Latina.

Source

Entretien

Texto original basado en la entrevista realizada a: ALMADA, Mario. Cincinnati 84. Colonia Noche Buena, México DF. Teléfono: (52 - 55) 5563 45 71

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