La práctica del viaje mediatizada por las nuevas tecnologías.
10 / 2005
En un barrio de urbanización popular, sobre la avenida ciudad de Cali en Bogotá, vive Juan Carlos Angeri. Es un barrio de aquellos que se caracterizan por tener una arquitectura inacabada, que señala los singulares procesos de construcción de las viviendas por parte de las familias que las habitan. En este lugar las fachadas de las casas son fieles testigos del proceso de urbanización popular: unas son de dos plantas, otras de tres, incluso hay algunas de cuatro pisos, por si la niña de la familia se casa. Unas tienen locales comerciales, otras son solamente residenciales, aquellas están aún a la espera de que sus habitantes logren conseguir el presupuesto y los materiales para construir el otro piso. Así mismo, no todas las casas estás pintadas, algunas dejan ver los ladrillos que forman la estructura. Con algo de detenimiento pueden identificar las diferentes fases en las que las casas fueron construidas.
Juan Carlos es un argentino que inmigró, hace poco más o menos un año, a la ciudad de Bogotá. Interesa comprender los motivos que lo hicieron viajar a Colombia, así como las razones que lo persuadieron para quedarse a vivir por ahora en este país. La vida de Juan Carlos está atravesada por la experiencia del trasegar. La cual se remonta hasta sus antepasados como una manera de habitar el mundo. En Argentina, él era distribuidor de productos de ferretería, vendía productos al por mayor en el norte y en el centro de el país austral. Su hogar, es decir, su lugar de llegada, era la Villa Carlos Paz en la provincia de Córdoba. Al oriente de esta ciudad queda el embalse de San Roque que recoge aguas de los ríos Cosquín y San Antonio, al occidente hay una zona montañosa conocida como la Sierra Grande. El embalse San Roque fue inaugurado en 1944 e irriga 30.000 hectáreas del valle Punilla. La villa Carlos Paz es una ciudad argentina eminentemente turística, en la cual se practican diversos deportes náuticos.
Juan Carlos ha viajado también a Europa. Mientras estuvo en el viejo continente se dedicó, entre otras cosas, a conocer los lugares de donde provenían sus antepasados. Ellos eran emigrantes europeos que viajaron a Argentina durante la segunda guerra mundial. Juan Carlos recuerda las historias que sus abuelos le contaban sobre las persecuciones de los fascistas y la necesidad que ellos tenían de salir de Europa para resguardarse de las atrocidades de la guerra.
La familia por línea materna es originaria de la antigua Yugoslavia y de Italia. El abuelo paterno era de Cataluña y la abuela paterna provenía de Sicilia. Juan Carlos relata una anécdota de esta travesía de migración: su abuelo paterno era recién nacido cuando la familia decide viajar a la Argentina, su madre lo registra como si hubiera nacido en el barco, lo cual le facilita acceder a la nacionalidad gaucha. Este es un acontecimiento fundacional de la diáspora de la familia Angeri. Así como lo es el origen mismo del apellido. Según el imaginario de la familia en un principio el apellido era de origen musulmán y provenía de los moros que llegaron a España. En ese entonces el apellido era Aljelí. Luego por el devenir mismo del lenguaje y por la mezcla cultural de significantes se transforma en Anjerri. A partir de las averiguaciones que Juan Carlos realizó en su visita a los miembros de la familia que aún viven en España, se enteró que había un antepasado que tenía fama de “sin vergüenza”, pues era un militar que esclavizaba personas y las vendía al mejor postor, además tenía fama de ser “toma trago” y de golpear a su esposa. La última transformación del significante del apellido supone de un acontecimiento jocoso que permanece en la memoria familiar. Al parecer la tatarabuela era “mueca” (le faltaban los dientes) y cuando registró al bisabuelo de Juan Carlos no pudo pronunciar bien el apellido Anjerri, por lo cual el niño quedó registrado con el apellido Angeri, tal como lo pronunciaba la abuela mueca.
No menos azaroso fue el motivo del viaje de Juan Carlos a Colombia. Se conoció por Chat con una colombiana que se llama Niyireth. Durante cinco meses se comunicaron virtualmente y se convirtieron, con el tiempo en novios virtuales. Pasados cinco meses Niyireth decide viajar a Argentina con el objetivo de conocer personalmente a Juan Carlos. Para él esta experiencia significó la oportunidad de conocer la manera como Niyireth caminaba, la forma como tomaba los pocillos con la mano, en una palabra era la oportunidad de trascender el plano virtual para acceder al horizonte de experiencia de lo propiamente corporal. También fue profundamente corporal en la medida en que hicieron el amor por primera vez y, muy seguramente les quedó gustando, pues a los ocho meses Juan Carlos preparó maletas y se vino a vivir a Colombia.
La llegada de Juan Carlos a Colombia representó un cambio radical en el mundo de su cotidianidad. Una de las primeras experiencias en este sentido fue la gastronómica. Pues a su parecer en Colombia se come mucho arroz. Según Juan Carlos el arroz es un alimento que es poco recomendable para llevar una vida sexual activa, pues vuelve a quienes lo consumen perezosos para el amor. Así mismo, le fue difícil acostumbrarse a la sazón colombiana que “es mortal”, pues en argentina los alimentos son bastante condimentados. Las carnes o las pastas se cocinan con un día de anterioridad a su consumo, para que adquieran mayor sazón. Es por esto que Juan Carlos señala que la comida colombiana es muy “insípida”, pues, según él, el único condimento fuerte que se utiliza es el ají. Sin embargo, le gusta mucho el aguacate, el plátano verde y la chicha de maíz (bebida fermentada). Estos son alimentos que no se utilizan en su país natal. Otra experiencia propia del ser inmigrante que ha tenido que vivir es el uso del lenguaje. En una ocasión iba en un carro con Niyireth, se dirigían hacia el oriente de la ciudad, por lo cual tenían que tomar la calle 80 en dirección hacia los cerros que circundan Bogotá. Niyireth le dijo “sube hacia la ochenta”, él no entendía que “subir” significaba en realidad “girar hacia la derecha” para tomar la avenida y lo que hizo realmente fue subir el puente que atraviesa la calle 80 a la altura de la Avenida Ciudad de Cali. En Bogotá, generalmente, subir significa dirigirse hacia los cerros orientales, que son un referente de ubicación espacial importante. Juan Carlos, por su parte, entendió subir en sentido literal y lo que terminó haciendo fue subir el puente. Otra de las experiencias que ha tenido que experimentar Juan Carlos es la de la ilegalidad. Pues la visa de turista que le otorgaron sólo era valida por 30 días. A partir de los cuales ha tenido que esconderse de las autoridades para que no lo deporten, que significaría echar por la borda lo construido con su pareja. Él señala que no le preocupa mucho su situación de ilegalidad, pues ya la ha tenido que experimentar en otros países. Sin embargo, se convierte en un impedimento para la libre movilización y para visitar lugares de Colombia que aún no ha conocido.
Juan Carlos, el argentino, como lo conocen sus vecinos, mantiene varias prácticas culturales que realizaba en su lugar de origen: el consumo de mate, caminar y levantarse temprano. Así mismo, ha creado un negocio de fabricación de alfajores. No pretende competir con las grandes empresas de ponqués colombinas, pero sí cree que puede ofrecer un producto que es típico de Argentina y que en Colombia puede consumirse con café, lo que le produce a quien lo experimenta una sensación muy particular en la boca. Juan Carlos pretende vivir en Colombia por un buen tiempo, experiencia que ha tenido lugar gracias a las nuevas tecnologías de la información condimentadas con una fuerte dosis de atracción afectiva.
intégration régionale, migration, Internet, identité nationale
, Colombie, Amérique Latine, Cundinamarca, Bogotá, Engativa
Intégration régionale au Chili, Colombie et Mexique
Las tecnologías de la información están creando formas de interacción entre los habitantes de Latinoamérica que propician intercambios culturales y que conducen, como en este caso, a la migración. En este sentido, la Internet se convierte en un espacio virtual que posibilita los vínculos entre los habitantes del continente, lo que crea relaciones de migración nunca antes pensadas. Cabe preguntarse, no obstante, qué personas quedan excluidas de estas formas de circulación de la cultura y que redes de poder se configuran en torno al acceso a estas tecnologías de la información.
De otro lado, la experiencia de Juan Carlos Angeri es una forma de habitar el mundo Latinoamericano que recibe la herencia de unas prácticas de migración que tuvieron especial relevancia en lo procesos por medio de los cuales se conformaron nuestras naciones, especialmente, para el caso, las del cono sur. Latinoamérica es un continente cuya manera de ser se relaciona con los procesos de migración, no siempre pacífica, de europeos y africanos, que, cabe señalar, en ningún caso son culturas unitarias y homogéneas, sino que, por el contrario, se configuran como una diversidad de maneras culturales de ser en el mundo y que se mezclan con las construcciones culturales de los habitantes originarios de América. Los imaginarios por medio de los cuales las familias de inmigrantes recrean el sentido de su estar aquí, de su trasegar mismo, puede que incluso no sean empíricamente comprobables, pero, de cualquier modo, adquieren el carácter de un horizonte de sentido desde el que se vive la experiencia cotidiana y se asientan las identidades colectivas.
Esta ficha fue realizada en el marco del desarrollo de la alianza metodológica ESPIRAL, Escritores Públicos para la Integración Regional en América Latina.
Entretien
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