La experiencia exitosa de Un Techo Para Chile, organización dedicada a la construcción de casas de emergencia, ha sido llevada con éxito a siete países de América latina.
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En Chile, durante los últimos 10 años se han construido cerca de un millón de viviendas tanto en el sistema público como privado. Sólo en el año 2004 se construyeron 137.556, observándose un crecimiento sostenido desde el año 2000. Sin embargo, aún existen 543.542 necesidades de construcción de nuevas viviendas, lo que se denomina déficit habitacional.
Las proyecciones del Ministerio de Vivienda y Urbanismo indican que el crecimiento anual del número de hogares al menos en el próximo trienio será de más de 96 mil al año, lo que significa que sólo para congelar el déficit se deben construir anualmente más viviendas que esta cifra. Por lo tanto, y considerando las cantidades anteriormente señaladas, el déficit habitacional se está disminuyendo a razón de aproximadamente 40 mil casas al año.
Una de las mayores urgencias en cuanto al déficit habitacional es la erradicación de los campamentos, éstos son asentamientos humanos establecidos en sitios sin urbanización y en la mayoría de los casos de manera ilegal. Actualmente en Chile hay 32 mil familias que viven en 1.282 campamentos, El programa de gobierno Chile Barrio, Hogar de Cristo y un Techo para Chile han sido pioneros en poner de manifiesto esta realidad, realizando catastros e interviniendo directamente en aquellos lugares que además de sufrir la extrema pobreza llevan encima el estigma de la delincuencia y la drogadicción.
Un techo para Chile nace en 1997 con la inquietud de un grupo de jóvenes interesados en la idea de los trabajos voluntarios de verano, que asumieron el desafío de construir 350 casas en el sur de Chile. El resultado fue un éxito, principalmente por el entusiasmo y las voluntades que se juntaron. La meta fue entonces construir 2 mil casas antes del año 2000, una vez más la tarea fue cumplida. Para el año 2000 la Iglesia Católica los adoptó como la campaña símbolo de la Iglesia en el año del Jubileo, garantizando, eso si, la total libertad de religión de los voluntarios. Ese mismo año se construyeron 5.701 viviendas básicas, con lo que el proyecto tomó vida propia. Junto a ello se comienzan a implementar planes de intervención en forma permanente en las poblaciones, entregando capacitación en oficios básicos, alfabetización, nivelación escolar, planes de salud, fomento productivo y programas de micro-crédito.
Durante una noche de fiesta, mientras algunos integrantes de Un techo para Chile compartían con jóvenes extranjeros, un salvadoreño soñó con la posibilidad de que una iniciativa similar pudiera realizarse en su país. De esa idea nace la intención de organizarse e internacionalizar el proyecto.
A raíz de los terremotos en El Salvador, en enero y febrero del 2001, treinta chilenos llegaron a compartir su experiencia y a trabajar en la construcción de casas de emergencia. El viaje les enseñó los problemas que iban a enfrentar, pero también del entusiasmo que había en la juventud para trabajar como voluntarios. Luego del terremoto en Perú, el 23 de Junio del 2001 se envían voluntarios y 500 mediaguas al sitio devastado. Este hecho se convierte en el paso inicial para dejar instalada la idea en Perú.
El mecanismo utilizado es instalar una pequeña oficina, para darle una cara visible a la organización y se contratan 2 o 3 personas que puedan mantener en marcha la oficina. Para colectar el voluntariado, se envía a unos pocos jóvenes a compartir la experiencia y a entusiasmar a otros.
La idiosincrasia ha sido un factor determinante en la puesta en marcha del proyecto en otros países, principalmente por la poca credibilidad que tienen las organizaciones de este tipo en otras realidades y porque el voluntariado no es una opción tan real como en Chile, en donde la situación económica permite a muchos jóvenes poder trabajar como voluntarios y depender económicamente de sus padres. Hay, además, poca credibilidad en las organizaciones no gubernamentales, una historia de promesas incumplidas, con lo que se hace difícil encontrar tanto voluntarios, como empresas dispuestas a colaborar.
Para poder exportar el modelo se crea Un Techo Para Mi País, una marca internacional que genera confianza, no politizada y que acoge a todas las tendencias religiosas (a pesar de que en Chile se vincula con la orden jesuita).
Por otra parte, no han sido menores los problemas provocados por el clima, la diversidad de materiales que se utilizan en la construcción de las casas, las enfermedades (en la primera experiencia de los 30 chilenos que viajaron, 25 se enfermaron) y las dificultades que impone la realidad política de ciertos países. En Colombia, por ejemplo, contaron con la ayuda del Hogar de Cristo, sin embargo han debido enfrentarse a problemáticas totalmente ajenas a la realidad chilena, como es la imposibilidad de entrar a ciertas zonas de conflicto o el temor de los jóvenes a participar.
Las diferencias culturales los han llevado a la conclusión de que no es posible replicar la experiencia paso por paso, sino su concepto, que es: la construcción de una casa de emergencia, por voluntarios que trabajan junto a la familia beneficiada, en pocos días y a un bajo costo (el valor de las casas van de los 500 a 700 dólares).
Hoy están en 7 países, además de Chile: Argentina, Uruguay, México, Perú, Guatemala, El Salvador y Colombia. A pesar de que ha habido intentos por instalarse en Bolivia y Brasil, la magnitud de los problemas en estos países y las prioridades que tiene la población resultaron incluso más básicas que el tema de la vivienda, lo que impidió el entusiasmo local por el proyecto.
La retroalimentación de las iniciativas emprendidas en otros países se da principalmente por la experiencia que ganan quienes van a trabajar al extranjero. En este sentido, Un Techo Para Chile se alimenta de la práctica que sus voluntarios van adquiriendo, lo que hoy les ha llevado a estar dentro de las tres marcas sociales más reconocidas en Chile, dar estabilidad a la organización y proyectarla a fin de cumplir la meta de acabar con los campamentos para el año 2010.
Aunque existe presencia en 8 países, para quienes trabajan en Un techo para Chile, esta internacionalización sigue siendo un sueño, una aventura que va resultando bien, pero que es incierta aún, sólo saben que en Chile el modelo ha funcionado y está generando una respuesta a las necesidades de vivienda de un segmento de la población. Paralelamente, en los otros países deberán seguir aprendiendo, haciendo campañas y adecuando esta idea a sus realidades, soñando con que en un futuro cercano puedan detentar el reconocimiento y estabilidad de Un Techo para Chile. La colaboración es constante, sin embargo las responsabilidades han sido entregadas a los grupos de cada país.
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, Chili, Amérique Latine
Intégration régionale au Chili, Colombie et Mexique
Los procesos de integración regional también se construyen desde la ciudadanía, a partir del traspaso de experiencias exitosas y la transferencia de habilidades y competencias entre los propios países latinoamericanos. Sin lugar a dudas, la internacionalización de Un Techo Para Chile ha sido enriquecedora tanto para quienes trabajan en ella como para sus beneficiarios, pero es importante destacar que el éxito de la iniciativa está dado por la capacidad de adaptación que han sabido imprimirle al proyecto, respetando siempre, las distintas idiosincrasias y buscando la mejor forma de optimizar los resultados.
Es importante, en todo caso, señalar que la construcción de estas casas de emergencia, a pesar de que significan un avance para quienes las reciben, no puede ser considerada una solución definitiva, en este sentido el concepto de déficit habitacional posee un componente cualitativo o demanda de mejoramiento (no sólo se busca tener una casa, sino que ésta sea digna, cómoda y bien construida) , que en este caso no queda totalmente cubierto, debido a que las soluciones entregadas son muy básicas y requieren de posteriores intervenciones.
La erradicación de los campamentos y la construcción de nuevas soluciones básicas necesariamente se traduce en un cambio cultural que poco a poco se ha ido gestando en Chile. Los programas paralelos de capacitación, alfabetización, micro-crédito y otros les han cambiado la vida a sus beneficiarios, entregándoles más herramientas de desarrollo y por ende, generando un cambio en las dinámicas relacionales tanto al interior de la familia como en la comunidad.
Por otra parte, el traslado de las familias a zonas urbanizadas y a poblaciones más dignas implica un cambio en todo el estilo de vida que conllevan los campamentos. En Chile, los campamentos fueron sinónimo de resistencia, de organización social, de solidaridad en sus modos de compartir el espacio y los recursos, en este sentido, el pertenecer a un campamento tenía un fuerte componente identitario; hoy, lamentablemente están siendo sinónimo de delincuencia y narcotráfico. El traslado de estas familias a sus nuevas casas implica dejar de lado la lógica del espacio ganado a pulso y compartido. Hoy los allegados pueden tener su casa propia, sus hijos podrán dormir en una pieza independiente, podrán tener un baño sólo para ellos; en fin, esta nueva organización del espacio necesariamente va configurando un cuadro de relaciones de mucha mayor autonomía con respecto al resto de la población. Todo lo anterior se conjuga para contribuir a un desarrollo social, entendido éste como un cambio en las relaciones sociales, culturales y económicas de los sectores más carenciados; hacia una mejora en la calidad de vida, en su hábitat y en su desarrollo como personas.
Resulta necesario llamar la atención sobre la incapacidad de los propios Estados para resolver los problemas básicos de la población y que hace que organizaciones como Un Techo Para Mi País sean necesarias. Cuando la tendencia mundial ordena la privatización de todas las áreas de la sociedad, la beneficencia no escapa a ello. Pero ¿qué tan justa es una sociedad en la que los pobres deben esperar por un grupo de jóvenes con buena voluntad para obtener su casa propia?, ¿qué tipo de sociedad es aquella en la que la educación, la salud, el trabajo o la vivienda no son un derecho, sino obra de la caridad de otros?
Esta ficha fue realizada en el marco del desarrollo de la alianza metodológica ESPIRAL, Escritores Públicos para la Integración Regional en América Latina.
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