Desde 1940 el gobierno ha centralizado recursos en las ciudades, centralizándolos para la producción y no para el beneficio social. Frente a ello la sociedad ha tenido que ir afianzando su propia experiencia.
El movimiento social urbano y el rural se están planteando la necesidad de que el Estado implemente políticas públicas que vayan en beneficio de la población. Pero la cuestión no es si el modelo de estatismo es mejor que el modelo liberal. Tan nociva es una cosa como la otra. Se trata de poder trabajar una serie de problemas nacionales, problemas del conjunto de la sociedad.
En el último año, experiencias de frentes intersectoriales como la Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio, el Consejo Mexicano 500 Años de Resistencia, el Frente por el Derecho a la Alimentación, han ido forjando una tendencia de exigir y de buscar soluciones comunes entre indígenas, campesinos, mujeres, pobladores. Hay experiencias de carácter económico o popular de intercambio de productos, de proyectos de comercialización, etc. Los grupos y asociaciones campesinas se sitúan de frente al mercado y han unido esfuerzos para incidir en él.
Los criterios de factibilidad y la comercialización no son sólo política de Estado, sino que han sido incorporados por las propias organizaciones. El movimiento campesino, por ejemplo, lucha por mejores precios a los productos y opta por producir lo que mejor se venda, o por lo menos que permita subsistir. La actitud ante el mercado es concurrir aceptando la reglas inamovibles que están poniendo los tiburones del mercado. Las organizaciones urbanas de consumidores, seducidos por la libertad de oferta, y contando con miserables recursos económicos, quisiéramos mejorar el poder adquisitivo, cosa imposible.
Las organizaciones urbanas se han ido asociando buscando la máxima fuerza de compra, pero las pocas veces que ha avanzado la experiencia conjunta, entre productores y consumidores, ha sido gracias a una actitud de HACER el mercado, no de entrar a un mercado controlado por agentes y leyes desconocidos.
Se requiere un esfuerzo de movilización, de trabajo promocional, de reeducación del consumidor, no sólo en las comunidades urbanas sino también en las rurales. Hay una rica tradición comunitaria que hace mercado con otra idea de intercambio, a escala de lo posible: los pequeños supermercados, las fondas, las tienditas... Fortaleciendo un tejido de estructuras intermedias podemos fijar y aplicar nuestras propias normas. Se trata de satisfacer las necesidades, no de competir. En este sentido es válido buscar el mayor acercamiento posible entre organizaciones urbanas y rurales, y fortalecer la búsqueda de un modelo de desarrollo justo y sustentable.
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, México
Tomado de la exposición de Martín Longoria en el Taller sobre Políticas hacia una Agricultura Campesina Sustentable. México D.F. 2-3 de julio 1993. Taller organizado por RIAD-México: CECCAM, CNOC, UNORCA y GEA/Progama PASOS.
Actas de coloquio, encuentro, seminario,…
LONGORIA, Martín, 1993 (MEXICO)