12 / 2001
Las instituciones educativas por lo general no trabajan en función de reconocer las diferencias de los destinatarios, no se plantean estrategias diferenciadoras a la hora de elaborar las guías, a la hora de seleccionar el material de lectura obligatoria y de apoyo, a la hora de evaluar; se piensa poco en las diferencias individuales y en las diferencias de códigos culturales, en las diferencias de ritmos y de la forma de adquisición del conocimiento; se piensa muy poco en la experiencia que traen los estudiantes fuera de la institución. Por lo general, la selección de material y el diseño de guías esta pensado desde una cultura que se impone en detrimento de las demás, es indudable que hay una jerarquía de saberes que se reproduce y que, de algún modo, legitiman la desigualdad en el sentido de que los que se adaptan al sistema de educación impuesto, a la asimilación de contenidos, los que hablan el lenguaje que los profesores queremos escuchar son estimulados, son evaluados con apresiaciones altas; los que no logran entender esta cultura y desarticulan el entendimiento de la suya propia experimentan un sentimiento de inferioridad reforzado en el proceso de formación, en los espacios presenciales, en las evaluaciones, etc. Vista de este modo la educación parecería ser un aprendizaje de la desigualdad, de la individualidad y es, muchas veces, la educación la que fragmenta la vivencia cotidiana del saber, los conocimientos de las prácticas o de las experiencias. Fragmenta también modelos culturales que sienten el desconcierto de no saber cómo incorporar nuevos conocimientos a su contexto cultural. En varios beneficiarios se presenta por ejemplo una lucha entre la tradición y la modernidad, la tradición representada por su forma de pensar y de vivir, de ver el mundo y de actuar, que es propia de su identidad cultural y la modernidad representada en la nueva visión a partir de los textos, de las exposiciones de los y las docentes en los ciclos presenciales, de los medios de comunicación, etc. ¿Cómo integrar los nuevos saberes dquiridos a los saberes y prácticas tradicionales, cómo integrar al modelo mental producto de una estructura cultural una nueva visión sin que represente una negación o un conflicto?. El análisis que antecede a las preguntas y las preguntas mismas animaron y siguen animando ricas discusiones de la construcción colectiva de la Escuela de Gestión para el Desarrollo Local Sostenible. Todos todas las y los docentes estamos convencidos que quienes hacemos educación estamos obligados a trabajar en una recomposición de saberes que parta, como una posibilidad, de de la aplicación del ciclo de aprendizaje. (ver ficha La « Educación Universitaria potencializadora e integradora de saberes y haceres »). Creemos también que, la recomposición de saberes no obedece a una fórmula es una propuesta en construcción que se basa en lo que Zutter trabaja respecto a « La crisis de los saberes a recomponer ». (Zutter 62-63). El trabajo de Zutter tiene algunos elementos que vale la pena retomar: Uno de ellos es el de rescatar lo máximo de elementos que la práctica ofrece, la práctica genera descubrimientos y respuestas que requieren ser procesados y sistematizados para validarlos como legítimos conocimientos, estos deben tener espacios de presentación y valoración, espacios donde compartir la diversidad de enfoques culturales presentes en nuestra Escuela, esos espacios, si bien están siendo aprobechados en nuestra práctica docente, es posible que requiera darles mayor impotancia. Otro elemento planteado por Zutter es la confrontación en distintos ámbitos; -confrontar por ejemplo con uno mismo en el sentido de pensarnos quién era yo antes de determinada experiencia y conocimiento, quién soy yo ahora, cómo integro e incorporo lo adquirido en mi práctica cotidiana; - confrontar con las lecciones de otras experiencias, de otros grupos, de otras culturas - confrontar entre propuestas y acciones y las respuestas de la realidad. - confrontar con otros saberes, con otras culturas, con otros intereses. La confrontación, en las lecturas, desde las tareas propuestas y desde las discusiones animadas en los ciclos presenciales permite: La reestructuración del saber, la ruptura de paradigmas, la autoafirmación fruto de la producción de cocnocimientos y de ser escuchado y recocnocido. Confrontar permitiría aprender no sólo a nivel individual, sino a nivel de grupos, a nivel local. Haría posible un interprendizaje en un trabajo compartido, un trabajo con los demás, del grupo diverso de cada ciclo y eventualmente interciclo, entendiendo y reconociendo las diferencias, como una fuente privilegiada desde la cual construir el conocimiento. En estas condiciones la interculturalidad no sería sólo un principio sino una práctica incorporada por todos y todas, que haría posible dejar de lado una educación excluyente, propiciadora de dependencia que anula la capacidad de producir y de vivir en comunidad, que anula la visión de la realidad y todo poder de imaginar y de crear alternativas de vida. La propuesta de la recomposición de saberes tiene que ver entonces, con una educación diferente de la que somos fruto.
educación, diversidad cultural, recomposición del saber, pedagogía
, Ecuador
Cuando la experiencia cotidiana, el conocimiento, la cultura de cada destinatario, de cada comunidad, o de cada localidad se transforme en fuente de confrontación, cuestionamiento, creatividad, de participación; sólo bajo esas condiciones el conocimiento dejará de ser autoritario. La recomposición del saber implicaría por lo tanto; la reestructuración del modo de producción y del modo de organización y de ciculación del conocimiento, elementos indispensables para el reconocimiento de los contextos y de las distintas formas y ritmos de adquisición del mismo.
Texto original
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