La imprecisión de las palabras alimenta la confusión
06 / 1993
Durante los años 1980, la sociedad colombiana se inmergió en una crisis económica, política y cultural inaudita cuya expresión más manifiesta fue el desarollo de las violencias físicas (asesinatos, torturas, terrorismo, represión...)
En este contexto, el uso del término "la violencia" sirve para designar "el enredo confuso de brutalidad y barbarie" en que se debaten los colombianos.
Pero ya en 1950, se utilizaba este término para designar las "convulsiones sociales y políticas" de la época. Hoy en día, este término ha sido recuperado sin nunguna diferenciación como una fórmula. La falta de diferenciación procura una falsa impresión de recurrencia y fatalidad. El uso de una palabra única y abstracta que se refiere a situacionas y hechos múltiples conduce al que la usa a evitar la aprehensión de estos hechos caso por caso, calificarlos uno por uno, compararlos, interrogarse respecto a su origen, sus autores, los intereses en juego, y las consecuencias probables... La violencia no constituye más la manera de actuar de uno o varios agentes animados por intereses diversos y según una lógica propia. Equivocadamente, "la violencia" parece convertirse en activa de por sí. Esta expresión estereotipada contribuye más a ocultar la realidad y mantener la confusión que a caracterizar los hechos.
En oposición con esto, la implementación de una política "de paz" se convertió en el valor referencial necesariamente integrado, a partir de 1980, al discurso y a la acción de todas las fuerzas políticas colombianas.
Pero si bien el llamamiento a "la paz" expresó, en el mejor de los casos, un deseo sincero, también fue la marca de angustia y ansiedad frente a una realidad "enredada". Al igual que "la violencia", el término "la paz" tampoco tiene un sentido específico y socialmente compartido. "A este respecto no existe el más mínimo consenso que permita la elaboración de un proyecto político a largo plazo" y que incluya las reformas estructurales necesarias para materializar el "derecho a una vida digna" y ejercer la democracia. De hecho, todas las fuerzas políticas de la sociedad colombiana se apoderaron de la "bandera de la paz" como medio para progresar en sus objetivos sin que exista, en ningún momento, el más mínimo acuerdo relativo a las finalidades y los medios.
A riesgo de cometer un juego de palabras de mal gusto, casi se podría decir que en Colombia la paz siempre ha sido pensada en términos de "hastío de la guerra". Si bien se admite que la cultura política colombiana está basada en oposiciones de tipo amigo/enemigo, resulta sorprendente que se hable de "la violencia" para designar la situación actual siendo que hablar de "guerra" permitiría precisamente reintegrar las oposiciones entre "amigos" y enemigos". Estas observaciones relativas a la polisemia de las palabras plantean numerosas interrogantes tanto en lo que se refiere a los "silencios" evacuados por el discurso como a los "no-pensamIentos" que éste introduce. La profundización de este tema de investigación ofrecería muchas aplicaciones concretas para una gestión no-violenta de los conflictos.
Traducción de la ficha 2262 redactada en francés a partir del libro "Los límites de la modernización". CINEP: Centro de INvestigación y Education Popular.
Libro
CORREDOR MARTINEZ, Consuelo, CINEP, CINEP, 1992/06 (Colombia)
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