En 1975 el Parlamento italiano aprobó una ley para reformar la Radio Audizioni Italiane (RAI), la que en aquel entonces funcionaba como monopolio del servicio público de radio y televisión. La ley fue el producto de una lucha dirigida por las fuerzas de izquierda desde hacía diez años o más, fundamentada en el principio de la descentralización interna y externa de las estructuras productivas. La ley introducía las representaciones regional y sindical en los organismos de dirección, aseguraba la existencia de programas de acceso público, abolía toda clase de censura y disponía que el control de la radio y la televisión pasara del nivel ministerial al Parlamento. Según la hipótesis estratégica que sostenía la lucha y que después sirvió de base a la ley, la democratización del monopolio se presentaba como la única opción que hacía posible crear un sistema de radio y televisión capaz de responder a los intereses de los ciudadanos y de permitirles una participación activa en las comunicaciones.
Sin embargo, el sueño no duró mucho tiempo. Destinados a trastocar la situación, surgieron durante los años 1977 y 1978 tres hechos relacionados con la política y el ordenamiento de las comunicaciones. Primero, la Corte Constitucional liberalizó la radio y la televisión. Segundo, la RAI se dividió entre las fuerzas políticas que formaban el gobierno: la RAI Uno pasó al control de la Democracia Cristiana (DC)y la RAI Dos quedó en manos del Partido Socialista Italiano (PSI). En 1979 nació la tercera red, la que debía ser regionalizada, pero el proyecto de regionalización quedó abandonado después de diez años de esfuerzos infructuosos y la red fue adjudicada a la oposición, es decir, al Partido Comunista Italiano (PCI). Tercero, el grupo de Bettino Craxi asumió la dirección del Partido Socialista y cambió la orientación del partido para que correspondiera a ciertos principios: el anticomunismo, la defensa de la economía de mercado y la transformación de la cultura de solidaridad del estado social italiano en una cultura de arribismo y darwinismo social y profesional. Más adelante el partido socialista y el mismo Craxi se involucraron en hechos de corrupción, así como en escándalos y enjuiciamientos. El PSI y la DC estaban condenados a desaparecer del escenario político italiano, pero dejaron huellas muy profundas en la cultura de la clase media, particularmente a través de los medios de comunicación privados.
Al final de los años setenta, editoriales de primera importancia (Mondadoria, Rusconi)establecieron redes de televisión que fueron rápidamente a la bancarrota. Entonces, las compró un empresario de la construcción que ya había creado una cadena de televisión. Se trataba de Silvio Berlusconi, quien gozaba del apoyo de políticos poderosos y, por consiguiente, de créditos bancarios substanciales. Después de unos diez años de desreglamentación y otras medidas favorables, el nuevo gigante de las comunicaciones logró construir un imperio. Por equivocación, los editores que habían iniciado las primeras estaciones nacionales de televisión adoptaron el modelo de la RAI e intentaron ofrecer programaciones de calidad, acompañadas de mensajes publicitarios. En cambio, Berlusconi le dio vuelta al modelo: colocó la publicidad en el centro y la rodeó de una programación cultural y funcional, lo cual le permitió captar a una inmensa cantidad de oyentes. (Llegó a afirmar: "No estoy al servicio del público, sino al servicio de los empresarios."). Así, sin escrúpulos, tocó todos los registros de la libre competencia para golpear a la RAI, mientras que ésta se vio forzada por su adversario a participar en una carrera suicida.
En 1992, el Parlamento italiano aprobó la nueva ley que reglamenta el sistema de radio y televisión. Esta ley retrata con mucha precisión el sistema que ahora existe, o sea, un monopolio de dos caras: la de la RAI y la de Fininvest. Encima de los activos de Berlusconi, el "duopolio" incluye en este momento las acciones del alemán, Leo Kirch, del saudí, Al Waleed, y del sudafricano, Johan Rupert. El coloso devora el 95 por ciento de los recursos publicitarios, lo que deja sólo el 3 por ciento a unas cuantas estaciones de dimensiones interregionales y el restante 2 por ciento a unas 700 estaciones locales. Además, la ley hace caso omiso de las nuevas tecnologías, por lo que Italia actualmente queda fuera del circuito mundial (En dias pasados, el gobierno declaró que la transmisión via cable y por satélites será tenida en cuenta).
En abril de este año, la batalla del referéndum concluyó en una victoria para las posiciones defendidas por el grupo de Fininvest y las fuerzas centroderechistas de los sectores televisivos. Sin embargo, el resultado no es definitivo ya que una sentencia dictada por la Corte Constitucional impone la eliminación del duopolio. Por tanto, la perspectiva de una lucha tiende a: incrementar la cantidad de competidores en el mercado; reglamentar democráticamente todo el sistema de información mediante la introducción de una autoridad fuerte; equilibrar el mercado publicitario; y a exigir que se enfrente el problema de las nuevas tecnologías.
comunicación, reforma de la legislación
, Italia
¿Qué ocurre con el derecho de comunicación para todos? Creo que la situación actual nos obliga a revisar nuestras estrategias y, en este sentido, es lógico que la lucha se desplace de la esfera de los medios de comunicación tradicionales hacia la telemática y la autopista electrónica.
Ficha traducida al francés y al inglés.
Profesor Ivano Cipriani es catedrático de teorías y técnicas de comunicación de masas en el Departamento de Espectáculos y Comunicación Literaria de Tre-Terza Università degli Studi di Roma, Via Madonna dei Monti, 40, Roma, 00184, Italia. Tel.(39 6)481 4093. Fax (39 6)488 3962
Artículos y dossiers
Videazimut, La lucha por el derecho de comunicar in. Clips, 1995 (Canada), 9
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