Entre el video y la TV

La Asociación de mujeres campesinas de La Calera trabaja hace 15 años en actividades educativas y de promoción de la mujer en este extenso municipio del centro de Colombia. Sus actividades van desde la organización de talleres de sexualidad y salud, expresión corporal y nutrición, hasta la conformación de una cooperativa de tejidos en lana virgen. Para hacer los tejidos más mercadeables, comenzaron a teñir las lanas con tintes naturales, y para asegurar materias primas, formaron una cooperativa para la cría de ovejas. Los tintes naturales con especies de plantas nativas comenzaron a tener la doble función de teñir la lana y conocer y proteger los bosques nativos, ya escasos, por lo que iniciaron también una campaña educativa ecológica y formaron varios viveros de especies nativas para comenzar a reforestar la zona.

En medio de esta multiplicidad de actividades, las mujeres iniciaron, en 1988, la producción de un video participativo para describir su trabajo, estimular la participación de nuevas mujeres y conseguir mayor financiamiento. El video fue enteramente diseñado por ellas, después de algunas sesiones de formación y discusión, y grabado por un profesional respetuoso de su proceso, su tiempo y sus definiciones, en equipo de video de pequeño formato. El proceso de discusión y grabación del video resultó en un fortalecimiento de la unidad del grupo, pues las mujeres se vieron confrontadas a la imagen de sí mismas y pudieron decidir los aspectos más relevantes para mostrar al público, y contribuyó a la incorporación de nuevas mujeres a la Asociación.

Meses después una estudiante de comunicación contactó al grupo para relatar su experiencia en un programa de televisión educativa ("Educadores de hombres nuevos"); el grupo aceptó a condición de participar en la elaboración del guión, y el resultado fue una versión actualizada del video anterior, grabado con mejores equipos técnicos, pero sin mayor relevancia para la serie televisada ni para las mujeres de la asociación.

A fines de 1989, un conocido presentador de TV que animaba un programa semanal sobre personas y actividades curiosas ("¡Cómo le parece!")preparó un programa sobre la Asociación de mujeres. A ritmo de producción televisiva, pasó una tarde en la región y grabó lo que le pareció más llamativo y pintoresco, y sin saberlo basó la información en el testimonio de una mujer que había salido de la Asociación por problemas de luchas de poder. La visión distorsionada y folclórica de las actividades de la Asociación que salió al aire en TV nacional la semana siguiente causó estragos : se deslegitimó ante la población, ante sus afiliadas y ante sus líderes, y ocasionó la profundización de divisiones internas resultando en la parálisis de actividades durante más de dos años. El programa de TV, por su parte, continuó su programación de variedades semanales hasta que la tiranía del rating lo hizo cambiar por un enlatado cualquiera.

La práctica de grabación de programas documentales de TV, con sus ritmos y requerimientos, impone una camisa de fuerza a los procesos vitales que pretende documentar ; en su afán por producir su programa a tiempo, el presentador es insensible a los tejidos más profundos de las realidades que toca, y en no pocas ocasiones causa traumatismos graves en estos tejidos, y resulta en una visión externa que poco o nada contribuye a enriquecer a los protagonistas. El video participativo, por su parte, libre de la presión de un formato predefinido, una hora de emisión contratada y de un costo elevado de producción en equipo y personal técnico, puede darse el lujo de integrarse al tejido de relaciones vigentes en la realidad de la que se hace parte, resultando en una visión "desde dentro" que con facilidad contribuye a fortalecer e integrar a los protagonistas que se apropian con más entereza de su realidad.