La Cuenca del río Grijalva-Usumacinta cruza territorios de dos países latinoamericanos: México y Guatemala. En Guatemala se forman los ríos Chixoy, Salinas, Pasión y San Pedro, en la Sierra de Los Cuchumatanes y Petén, antigua capital del reino Maya. Estos ríos se internan en la Selva Oriental de Chiapas, se unen a los ríos de la Selva Lacandona, Sierra Madre y Zona oriente de Los Chimalapas (Oaxaca), con el río Usumacinta hasta desembocar en Tabasco, en el Golfo de México, Océano Atlántico. Es uno de los ríos más largos y caudalosos de México, con más de un millón de hectáreas de bosques de niebla, coníferas y selvas altas, lugar de refugio de cientos de especies de plantas y animales en peligro de extinción, la segunda región de mayor diversidad biológica de América, comparable sólo con el Amazonas, aunque en un territorio mucho más compacto. La riqueza cultural se remonta a 4,500 años de historia antigua, mundialmente conocida por las civilizaciones maya y olmeca, anterior a los incas y aztecas, contemporáneas de Estambul, Egipto, India y China, cuyo proceso histórico fue brutalmente interrumpido por los conquistadores europeos en 1492, con lo que empieza su deterioro.
Actualmente, la Cuenca del Grijalva-Usumacinta está habitada por más de 10 millones de personas, de las cuales 8 millones se encuentran en condiciones de extrema pobreza, sin acceso pleno a servicios de agua potable, drenaje, salud, educación, carreteras, empleo y créditos para proyectos productivos. Con serios conflictos políticos: guerra civil en Guatemala (décadas de 1970 a 1990), levantamiento armado en Chiapas (con enfrentamientos de 1994 a 2000 y conflictos no resueltos al presente).
La industrialización del siglo XX redujo los bosques y selvas de México hasta un 70% sustituyendo bosques por pastizales para ganadería. El deterioro ambiental de la Cuenca del Grijalva-Usumacinta ha sido operado con recursos públicos siguiendo el paradigma del desarrollo industrial sin criterios culturales o ambientales. Desde 1940 empezó el deterioro de esta cuenca hidrológica, el curso del río Grijalva está alterado por un sistema de 4 presas hidroeléctricas gigantescas que abastecen el 50% de la energía de México. Junto con la construcción de presas hidroléctricas se abrieron distritos de riego, de temporal tecnificado y se consideró el Valle del Grijalva y la Costa de Chiapas como campo experimental de la Revolución Verde, por lo que se introdujeron masivamente una serie de paquetes tecnológicos consistentes en fertilizantes, plaguicidas y semillas de maíz híbrido, lo que ha provocado la acidez de suelos, contaminación de aguas, pérdida de flora y fauna silvestre, entre ellos razas nativas de maíz, desplazadas por semillas mejoradas.
El Estado mexicano promueve la explotación de todos los recursos naturales: tierras para agricultura comercial, ríos para presas hidroeléctricas, vientos para corredores eólicos privados, piedras para minería, sustitución de semillas nativas por híbridos y transgénicos. Los principales recursos que han sido explotados en esta región, son petróleo, gas y bosques, al calentamiento global por aumento en la temperatura local y emisión de gases. En 1988, el Nobel Mario Molina identificó a Chiapas y Mozambique como los puntos más calientes del planeta, debido a los incendios agropecuarios y la deforestación para ampliar la ganadería, y sin embargo, no se modificaron las políticas, lo que se tradujo en incendios devastadores en 1998 e inundaciones por tormentas tropicales en 1998, 2005 y 2007. La pobreza de la población la hace dependiente del Estado para situaciones de emergencia.
A partir de 1994 con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y más aún con la liberalización total de granos básicos en 2008, el campo ha dejado de ser destino de inversión para el gobierno y los productores ahora son subsidiados, no hay control para evitar la contaminación con semillas transgénicas. El impacto mundial de estas políticas es evidente con la crisis alimentaria, que inició en 2006 con el alza del precio al maíz y la tortilla en México y de ahí se extendió a otros alimentos en todo el mundo. Los ríos arrastran toneladas de agroquímicos cada año, por lo que los humedales de las costas de Chiapas, Tabasco y Campeche se encuentran contaminados y hay zonas subacuáticas sin vida. La deforestación es una de las más altas de México, lo que aumenta el riesgo de derrumbes en las cuencas altas, que en épocas de huracanes se transforman en una amenaza de derrumbe. En 1998, 2005 y 2007 ocurrieron derrumbes que azolvaron las presas, los ríos y las lagunas costeras.
Las alternativas locales
Desde 1994, con el alzamiento zapatista, y en 1996 con la firma de los acuerdos de San Andrés de Derechos y Cultura Indígena, está vigente la demanda de que se reconozcan los conocimientos de los pueblos originarios en manejo de la biodiversidad, agricultura tradicional, producción de semillas nativas y la autonomía en sus territorios para decidir su propio desarrollo. Sin embargo, el Estado mexicano se niega a reconocer los derechos de los pueblos originarios, entre ellos, el derecho a la consulta para el diseño y ejecución de grandes proyectos de desarrollo.
Los antecedentes del movimiento zapatista se remontan a siglos de resistencia indígena al colonialismo. En la economía la resistencia campesina se traduce en alternativas: desde 1980 los campesinos están en un proceso de abandonar el uso de agroquímicos y se han organizado para abrir canales de comercio justo y solidario, con lo que han financiado la reconversión productiva a la agricultura orgánica. Los pequeños campesinos de Chiapas están iniciando la transición al desarrollo sustentable y la soberanía alimentaria con base en la producción orgánica de semillas nativas, el rescate cultural del sistema agroecológico milpa, la organización independiente y el apoyo del sector no gubernamental y académico en lo que se conoce como incidencia en políticas públicas.
Desde el 2005 ha surgido un movimiento en Chiapas que reclama el acceso al agua y la energía eléctrica pero ni la Comisión de Electricidad (CFE) ni la del Agua (CNA) reconocen estos servicios como un derecho humano y pretenden su privatización y sin embargo la población local no tiene acceso pleno a la energía eléctrica, lo que afecta otros derechos, por ejemplo, en marzo de 2009 la ciudad de San Cristóbal de Las Casas se quedó sin servicio de agua porque la CFE suspendió el servicio de luz al Sistema de Agua Municipal (SAPAM), afectando a 200 mil habitantes. En 2007 se organizaron dos foros para exigir el reconocimiento del agua y la energía eléctrica como un derecho humano. En estos foros se expusieron técnicas alternativas como son captación de agua de lluvia, drenaje doméstico, filtros para potabilizar el agua, energías alternativas y técnicas de agricultura orgánica. En 2009 inician cursos en la escuela del Agua y la energía alternativa, en donde se capacita a promotores indígenas.
Desde el 2003, los productores de maíz están en un proceso de defensa de las semillas nativas, en 2007, la Red Maíz Criollo dio a conocer una lista de 6,500 campesinos en contra de los agroquímicos y semillas distribuidas por el gobierno de Chiapas y en 2009 suman 10,000 los pequeños productores que rechazan los agroquímicos y las semillas distribuidas por el Estado y en sustitución exigen que estos recursos sean invertidos en obras de conservación de suelos y aguas, producción local de abonos orgánicos, capacitación en fitomejoramiento participativo de semillas nativas y dirigido por cooperativas de hombres y mujeres campesinos.
Este esfuerzo ha permitido reducir el impacto de agroquímicos en 10,000 hectáreas distribuidas en territorios indígenas y es el inicio de un proceso de reconversión productiva del maíz. Se requiere capacitación a los productores en técnicas ecológicas para captación de agua de lluvia, drenajes comuntiarios, rescate de aguas y suelos. Para evitar los derrumbes, en la Sierra Madre un proyecto piloto de la Comisión del Agua identifica como alternativa la construcción de pequeñas presas de tierra en las grietas provocadas por la erosión (cárcavas), con lo que se evita que los deslizamientos de tierra lleguen a los ríos, de tal manera que se evita la pérdida de suelo y se reduce la erosión.
La alternativa a la crisis mundial, está en lo local: producción de semillas nativas, rescate de ríos, reforestación de montañas, capacitación en agroecología y ecotecnias, organización independiente, empresas cooperativas articuladas en redes de la sociedad civil a las que poco a poco se suman más sectores. Si el barco se está hundiendo, tenemos dos opciones: hundirnos con el barco o construir lanchas para zarpar en busca de nuevos horizontes. La ecología campesina es una de esas alternativas. El horizonte es el pleno reconocimiento de los derechos colectivos: entre ellos, el agua, el territorio y la cultura.
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, México, Chiapas
Participación en el Foro Mundial del Agua, Estambul, Turquía, marzo de 2009
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