« No muchacho, no insistas ahora. Sino te van a decir que sí para que los dejes tranquilos pero no tendrás ninguna garantía. Vamos a avisarles que regresamos la próxima semana. Así tendrán tiempo de consultar con sus mujeres y si ellas están de acuerdo lacosa sale. »
Eran mis pininos en los Andes, hacen más de 20 años. El colega que me acompañaba era un zorro viejo que había trabajado como extensionista agrícola en cientos de pueblitos, de comunidades indígenas-campesinas.
« ¿Por qué? »
« ¡Porque sí! Si las mujeres no están de acuerdo, no pasará nada . »
Pepe tenía experiencia. Podía pasarse horas, con una cervecita, contando uno y mil detalles, dando uno y mil consejos. Pero la explicación no era nunca suficiente. Sus consejos se convertían en « trucos » del oficio, muy útiles en la práctica, pero era difícil ir más allá.
Ya antes, pero sobre todo desde ese momento, he conocido muchos Pepes y, cuando se daban algunas circunstancias favorables, descubrí que muchos de ellos sí sabían explicar más de lo que hac ían creer. Pero había un bloqueo. No se atrevían a expresar lo que pensaban verdaderamente por miedo a que los juzguen, los ridiculicen porque sus palabras y sus conceptos no entraban en las normas. Otros, por cansancio, ya no reflexionaban y se limitaban a actuar con sus « trucos » que contradecían los preceptos aprendidos y los métodos propuestos, pero repetían el discurso oficial delante de sus superiores.
Todos, en uno u otro momento, hemos vivido o comprobado este tipo de divorcio. Es indignante porq ue es demasiado injusto. Pero también es uno de los principales frenos para mejorar el saber y el saber-hacer.
¿Cómo ayudar a que la experiencia desemboque en conocimiento, cómo elaborarla y formularla para que sea un capital al servicio de todos, para q ue pueda ser compartida y enriquezca la teoría y la práctica?
De hecho los métodos tienen algo que ver. Como mucha gente yo también he probado decenas de ellos durante estos años, y todos me han aportado algo: cuadros para al análisis, práctica de la aut oevaluación, la expresión subjetiva, la grabación de testimonios, la reunión para el debate abierto o estructurado, el « mapa parlante », etc.
Pero ninguna ofrece « la » solución. Hasta existe peligro en querer adoptar « un » método para capitalizar toda clase de experiencias. En 1991 he visto una colega hacer lo imposible para encasillar una larga y linda experiencia dentro de su fórmula de análisis y terminar aplastada por una grave crisis profesional y personal en la que aún está atrapada.
A su vez una buen a definición podría ayudar. Pero se corre el riesgo de perderse en ella como sucede con tantas definiciones. ¿Entonces, qué es la capitalización de la experiencia? Podría ser suficiente decir que es el paso de la experiencia al conocimiento compartible.
En realidad, para emprender la capitalización de la experiencia se trata primero de partir no de la experiencia en sí, sino de los actores de ésta, de quienes están cargados de posibles conocimientos. Y en nuestras sociedades, cada uno de ellos tiene su visión, su aprendizaje y/o su trauma en cuanto a cómo son las relaciones entre experiencia y conocimiento.
Al menos, es esto lo que he creído ver a menudo en los Andes, cuando buscaba ayudar a los técnicos de terreno a capitalizar su experiencia personal o la de su institución: el peso negativo que soportan los actores de la experiencia cuando, para volverse autores de conocimientos, tratan de reproducir supuestos modelos como la tesis universitaria, el estudio-investigación, la sistematización, el testimonio etnográfico o la biografía, la evaluación, el estudio histórico, el informe administrativo, etc. Ya no parten del conocimiento a elaborar sino de un molde a rellenar.
¿Cómo superar esta situación? En la medida en que todavía hay muy pocas experienc ias capitalizadas que sean conocidas o reconocidas, es difícil motivar a una aventura aparentemente arriesgada. Por lo tanto hemos tenido a menudo que comparar con cada uno las diferencias entre su modelo de referencia y una eventual capitalización de laexperiencia como hemos podido comenzar el desbloqueo.
Con eso se hace más fácil lograr que cada uno busque, por sí mismo, compartir con otros lo que aprendió de su experiencia en vez de querer colocarse en situaciones usuales: tesista ante un jurado, pro ductor de un manual para los colegas, narrador de cuentos bonitos para financiadores…
Comparar la capitalización de la experiencia con otras formas de conocimientos tiene sobre todo un objetivo: valorar las diferencias y las posibilidades de la capitalización y por lo tanto valorar a sus autores para ayudarlos a emprenderla.
professional experience, methodology
, Latin America, Andean countries
En estas comparaciones hay un gran peligro: ver la capitalización de la experiencia sólo por la negativa y negar toda relación y toda complementariedad entre las unas y las otras. Me ha tocado a menudo caer en la trampa, sobre todo en cuanto a la sistematización preconizada en América Latina. El peligro disminuirá a medida que la capitalización demostrará sus aportes y sus potenciales.
Traducción de la ficha « Capitalisation : les modèles et leurs blocages »