Las transformaciones culturales de una comunidad y su impacto en la construcción de su autonomía
07 / 2005
El estado de Morelos, situado en la región centro de México, alberga alrededor de 30 pueblos indígenas que representan el 20% de su población total. La mayoría de dichos pueblos son descendientes del grupo “Tlahuica”. Por su parte, el pueblo de Xoxocotla “Lugar de ocotes” (el ocote es una especie de pino muy resistente al fuego), localizado en el municipio de Puente de Ixtla, a unos 35 kilómetros al sur de la capital del estado, es considerado zona rural y concentra a unos 20 mil habitantes. Aquí como en otros lugares del país, predomina la pobreza entre la población indígena.
Hasta hace 20 años, la totalidad de esta población se dedicaba a cultivar la tierra, sembraban maíz y otros granos. Pero a partir del comienzo del proceso de liberalización económica de México, y especialmente con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, empeoró la situación. Las condiciones de comercialización y producción para estos campesinos se vieron perjudicadas, hasta el punto de transformar significativamente la forma en que se llevaba a cabo el proceso de trabajo al interior de la comunidad, la relación con la tierra, la organización social, el imaginario colectivo de progreso, etc. Es decir, se transformaron varios de los aspectos centrales que integran la identidad cultural de una comunidad o sociedad.
Debido a que la agricultura ya no resulta ser una actividad lo suficientemente recompensada para satisfacer las necesidades básicas de la vida diaria, la estructura socioeconómica del pueblo ha cambiado. En la actualidad, en 2005, el campo permanece casi en el abandono, tan sólo el 30% de la población se dedica a alguna actividad relacionada con la tierra (agricultura o ganadería), otro 30% ejerce el pequeño comercio, u otro oficio o profesión, y el 40% restante se dedica a trabajar en el sector de la construcción como obrero, peón o albañil. La tierra no es ya el elemento central de la naturaleza que cohesiona a esta comunidad, como solía serlo.
En este sentido, la tierra ha perdido ese valor ante la mirada de la mayoría de los habitantes de Xoxocotla. Ahora, son muy pocos los habitantes que acuden año con año a realizar el tradicional ritual de la “cueva de Cuautepec”. En ese lugar se reúnen algunos nativos, junto con otros de los pueblos vecinos de Alpuyeca y Atlacholoaya para llevar diversas ofrendas: flores, platillos típicos como el chocolate sin dulce, mole verde (platillo típico mexicano hecho a base de semillas, chiles y cacao), entre otros; y solicitar el permiso sagrado para entrar a la cueva. Una vez adentro, los nativos hacen oración, encienden inciensos y copal (resina aromática muy dura que se extrae de ciertos árboles tropicales, utilizada tradicionalmente en rituales religiosos). El rito tiene como objetivo consultar e interpretar las signos que la cueva les muestra para pronosticar la intensidad y calidad de las lluvias para ese año y sus respectivos efectos sobre la cosecha. Dentro de la cueva existen tres fosas, cada una de ellas pertenece a cada pueblo; si las fosas están llenas de agua limpia significa que las lluvias serán abundantes y habrá buena cosecha; si en cambio, están llenas de agua turbia o con espuma simboliza que habrá mucha lluvia pero con viento y granizo, lo que podría perjudicar la cosecha; y si hay poca agua en los pozos es señal de que habrá sequía y un peligro real de perder completamente la cosecha.
Lamentablemente, la actual generación, influenciada por el neoliberalismo, considera a la tierra exclusivamente como una mercancía más. Los padres heredan la tierra para que sus hijos la sigan trabajando y cuidando, sin embargo, al morir aquellos, sus herederos prefieren vender o rentar inmediatamente esa tierra para obtener un lucro y comprar a cambio un automóvil o instalar un negocio comercial, es decir, prefieren “modernizarse”. En Xoxocotla se ha perdido ese sentimiento de arraigo y pertenencia a la tierra, se la ve como algo ajeno a la vida personal y colectiva; la relación de la comunidad con la naturaleza se ha transformado. Antes era considerada como parte fundamental de la vida de la comunidad y por ello era respetada como un sujeto sagrado, tal como se percibe en el mencionado ritual. En este momento, la naturaleza ha sido convertida en un mero objeto. De esta manera, se ha deteriorado profundamente uno de los pilares de esta cultura.
A su vez, anteriormente la totalidad de la población hablaba su lengua nativa, el náhuatl, pero también la lengua ha sido desplazada, ahora sólo el 20% de la población la habla, pese a que existen esfuerzos por parte de algunos grupos por recuperarla. Esta lengua era transmitida de padres a hijos, de generación en generación. Sin embargo, las nuevas generaciones ya no la hablan. En este fenómeno cultural la educación oficial ha jugado un papel determinante al formar e instruir a los niños únicamente en castellano. Además, los maestros les transmiten otra idea muy diferente de lo que es significa el progreso, el conocimiento y la civilización. Para los jóvenes, conservar las costumbres, tradiciones y hablar su lengua materna es sinónimo de atraso, de ser pre-moderno, de ser indio, de ser inferior e incivilizado.
Pese a todo, y cimentado en su raíz cultural, este pueblo todavía conserva un cierto nivel de organización social que lo ha caracterizado como uno de los más activos políticamente dentro de Morelos. Esto les ha permitido explorar y desarrollar una forma de autonomía con varios retos por delante pero con un innegable grado de avance. Para ellos, no es necesario esperar a que alguien les conceda el permiso (llámese gobierno, ley, institución o partido) para ejercer su autonomía. Están seguros de que para construirla y desarrollarla es necesario ejercerla día tras día, independientemente de que esta praxis sea legal o ilegal en términos jurídicos, políticos o institucionales.
Frente a este panorama, aproximadamente en 1994 surge la iniciativa de varios grupos de este pueblo para crear un municipio autónomo, es decir, un municipio en donde su comunidad tenga plena libertad para decidir colectivamente cómo administrar la tierra, el agua, los recursos económicos y la impartición de justicia, según sus usos y costumbres ancestrales. El objetivo es recuperar lo propio de su cultura, de sus valores y, sobre todo, crear mejores condiciones de vida para cubrir las necesidades de la comunidad. Sin embargo, este proceso ha estado lleno de complejidad porque aún dentro de la misma sociedad indígena existe diversidad de pensamientos, posturas e identificación con corrientes políticas de izquierda como los troskystas, maoístas, leninistas, marxistas, etc.
A lo largo de su combativa historia, los Tlahuicas ostentan innumerables ejemplos de acciones concretas para ejercer esta particular forma de autonomía, aún por encima del consentimiento del gobierno municipal y estatal. Un ejemplo es el modo en que llevan a cabo la gestión del trabajo comunitario, efectuando labores colectivas para escarbar canales y transportar agua desde los pozos, con sus propias herramientas o contratando colectivamente maquinaria. Aún la mayoría de los nativos reproduce el ejercicio del trabajo comunitario. Sin embargo, también existen algunas personas de la comunidad que se rehúsan a participar en estas tareas colectivas. Por ejemplo, en una ocasión algunos maestros se ampararon judicialmente, bajo el argumento de que no se les podía obligar a realizar trabajo gratuito porque la ley federal los protegía de ello. Sin embargo, según los usos y costumbres de Xoxocotla, el trabajo comunitario es obligatorio, porque se establece así en los acuerdos de asamblea y aquellas personas que no obedecen son obligadas o a trabajar, o a ir a la cárcel comunitaria y a pagar una multa. Esto es una prueba de que la ley federal en México frecuentemente se contrapone a los usos y costumbres de la cultura indígena. Este pueblo considera que el Estado es una entidad individualista porque promueve sólo las garantías individuales del hombre, mientras que la cultura indígena de Xoxocotla defiende los derechos colectivos, sus garantías comunitarias de acuerdo a tradiciones ancestrales. Como otro ejemplo destaca la apropiación colectiva de uno de los sistemas estatales de distribución de agua y la toma de un río situado en Xoxocotla (propiedad también del Estado) justo porque la comunidad considera que el agua no es un recurso particular sino de todos, por lo tanto, su distribución debe ser gestionada libremente por la comunidad colectivamente.
Incluso, Xoxocotla asumió su propio modo de aplicar la justicia, pues ha integrado un cuerpo de cuarenta policías comunitarios armados, que no son parte del gobierno municipal. La policía municipal ha tenido que respetar esta disposición del pueblo, aunque desobedezcan las normas y procedimientos oficiales. El pueblo se ha convertido en autoridad. No permiten la imposición de autoridades desde la alcaldía. Aquí es el pueblo el que elige libremente sus autoridades locales y representantes ante el gobierno municipal.
Otro de los objetivos de la comunidad indígena es contribuir a crear nuevos municipios autónomos en otros lugares del estado. Aunque ellos mismos entienden que falta mucho camino por recorrer, reconocen que es necesario aliarse con una amplia gama de sectores populares (trabajadores de la ciudad y del campo, estudiantes, maestros, etc.) dentro y fuera de las fronteras mexicanas. Por ello, los Tlahuicas de Xoxocotla mantienen contacto e intercambio de experiencias con pueblos indígenas y organizaciones de otros países de Latinoamérica como los pueblos aymaras de Bolivia, y otros grupos indígenas en Perú y Guatemala, entre otros. Consideran que aunque cada pueblo posee un contexto particular, en el fondo todos comparten problemáticas generales como la explotación y los abusos de poder por parte de los gobiernos locales y nacionales.
Así, Xoxocotla ha ido construyendo poco a poco su propia experiencia de autonomía. El aprendizaje ha sido continuo, sobre todo en términos organizativos y en la vida cotidiana. Una lección clave es que en medio de los episodios de enfrentamientos violentos contra el gobierno estatal, los hombres reconocieron el papel fundamental de las mujeres en su lucha cuando observaron que ellas no dieron ni un paso atrás en los momentos de mayor peligro. Antes la mujer participaba en muy pocas tareas políticas, de hecho, sólo en las que eran consideradas como las menos importantes pero actualmente participa en la mayoría de ellas y en una posición de mayor reconocimiento y respeto por parte de los hombres.
En Xoxocotla, tanto los hombres como las mujeres aprendieron que trabajando juntos y en alianza con varios sectores populares de la sociedad es posible defender a sus pueblos y cultura contra los aspectos negativos del neoliberalismo que les afectan.
Concientes de que esto exige un largo proceso de transformación cultural para rescatar sus valores y cosmovisión ancestral, los Tlahuicas tejen gradualmente múltiples alianzas con otras organizaciones (indígenas y no indígenas) contra el neoliberalismo. Su reto es detener la explotación y los abusos de poder. Desde su perspectiva, rescatar la cultura comunitaria es la clave para construir una sociedad sin explotación. De hecho, aquí todos lo días se intercambia trabajo gratuitamente, por ejemplo, para construir la casa de algún vecino o realizar otras tareas, sin cobrar un solo peso. La reciprocidad es un principio básico que contribuye a satisfacer ciertas necesidades materiales de los miembros de la comunidad y a revitalizar la cultura indígena.
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, Mexico, Latin America, Xoxocotla. Municipio de Puente de Ixtla. Estado de Morelos
Integración regional en América Latina : Chile, Colombia, México
América Latina está atravesando por un proceso de acelerada integración regional y global guiada prioritariamente por el comercio, los negocios y la especulación financiera y que ha tenido efectos muy negativos en la mayor parte de la población. Esta experiencia tlahuica nos brinda una lección sobre la potencialidad política que encierran nuestras raíces culturales indígenas. Representan una herramienta clave para desarrollar nuestra capacidad de generar propuestas que nos restituyan la soberanía política necesaria para tejer los lazos de una integración latinoamericana alternativa. Aunque el ejercicio de la autonomía no es nada nuevo para las comunidades indígenas, es interesante cómo éstas ajustan sus modos y sus niveles de acuerdo al contexto histórico de cada pueblo. La forma y el grado de autonomía de esta experiencia, por ejemplo, no es igual a la que se presenta actualmente en otros puntos del continente ni a la que se ejerció hace más de 500 años antes de la conquista europea. Entonces, vale la pena reflexionar: ¿cuál es el rasgo central de la autonomía indígena que le permite trascender diferentes épocas de la historia de México, o incluso también en otros países, y perfilarse como una alternativa política viable hoy en día?
Esta ficha fue realizada en el marco del desarrollo de la alianza metodológica ESPIRAL, Escritores Públicos para la Integración Regional en América Latina.
Interview
SORIANO JÍMENEZ, Armando. Miembro del Congreso Nacional Indígena. Carretera Federal Alpuyeca-Jojutla Km. 4 Colonia Xoxocotla, Municipio de Puente de Ixtla, Estado de Morelos, México.
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