Una apuesta por el fortalecimiento de la integración “desde abajo”
09 / 2005
La Autopista Norte es una de las principales avenidas de la ciudad de Bogotá, la capital de Colombia. En el costado oriental de esta arteria vehicular, a la altura de la calle 85, se encuentra ubicado el edificio del Convenio Andrés Bello (CAB). El CAB es una organización intergubernamental que tiene por misión el fortalecimiento de los procesos de integración y la configuración y desarrollo de un espacio cultural común. Busca generar consensos y cursos de acción en cultura, educación, ciencia y tecnología, con el propósito de que sus beneficios contribuyan a un desarrollo equitativo, sostenible y democrático de los países miembros.
En el marco de esta institución surgió, en el año 2001, el Observatorio de la Integración y las culturas, proyecto que dependía directamente de una de las instancias más importantes del convenio: la Secretaría Ejecutiva. El equipo de trabajo estuvo conformado, en ese entonces, por Gerardo Andrade, coordinador del equipo, filósofo y cineasta, Mariela Guerrero, periodista, Jairo García, psicólogo y Eduardo Wilches, sociólogo. La preocupación por conformar el equipo surgió como expresión de una problemática, a saber, que la integración latinoamericana no había sido un fenómeno que se estudiara “con juicio”, puesto que adquiría la función discursiva de ser una “prótesis”, es decir, que se utilizaba más como un giro retórico para despertar las pasiones, como palanca para brindarle fuerza persuasiva a enunciados que poco o nada tenían que ver con la integración real. En últimas, ésta se abordaba, más como “cliché” que como un fenómeno sociocultural que requiere estudio y potenciación. Además, el tema de la integración solía afrontarse desde las esferas de lo económico y lo político, en detrimento de “las otras voces de la integración”, aquellas que adquieren forma, y por lo tanto sentido, en las prácticas e imaginarios culturales, en lo étnico y lo local. En definitiva, asumir la integración desde la esfera de las prácticas culturales suponía para el observatorio un desplazamiento del estatismo (análisis centrado en las dinámicas estatales) hacia los procesos de configuración cultural caracterizados por un despliegue “desde abajo”. Desde la perspectiva del observatorio el horizonte de enunciación sobrepasaba el asunto de la integración de instituciones nacionales para asumir la tarea de pensar y visibilizar las prácticas de integración cultural de quienes construyen integración a partir de intercambios múltiples y que, no pocas veces, son opacados por el peso mediático de las instituciones estatales.
El equipo produjo conocimiento sobre la integración desde la perspectiva señalada, lo que le permitió adquirir un posicionamiento discursivo y un panorama de discusión a nivel internacional. Uno de los productos de este trabajo fue el libro “El Espacio Cultural Latinoamericano: base para una política cultural de integración. Este texto convocó a varios “académicos de alto perfil” de la región en torno a pensar el fenómeno de la integración desde la perspectiva de lo “geocultural”, el compilador fue Manuel Antonio Garretón. Entre los autores de este trabajo se cuentan Jesús Martín Barbero, Néstor García Canclini, Guadalupe Ruiz-Giménez y Rodolfo Stavenhagen. Este producto devino en un importante referente de consulta relacionado con el pensamiento de la integración. De igual modo, alimentó los horizontes discursivos de la secretaría General del CAB e, indirectamente, influyó en los planteamientos de las denominadas “Cátedras sobre la integración”, cuyo objetivo era pensar la región desde la perspectiva cultural. Uno de los desatinos de este libro fue que “no logró afectar directamente la política cultural de los gobiernos”. Sin embargo, se convirtió en un referente posible de consulta a la hora de tomar decisiones gubernamentales sobre la materia. Otro de los productos del Observatorio de la Integración fue el documental “El árbol soñado”, producido por William Núñez, con el cual se pretendía “componer un relato a través de las multiples voces” de la integración. Esto bajo la premisa de que una institución como el CAB, y en particular el observatorio, no hace integración propiamente dicha, pues aquella es un proceso que se constituye “desde abajo”, pero lo que si puede hacer es visibilizar los procesos de integración. Se realizaron, entrevistas con actores sociales en varios lugares de Latinoamérica para entrecruzar las llamadas “voces de la integración.” Este trabajo permitió recuperar la palabra de aquellas personas que trabajan por la integración regional, pero que no tienen un medio de difusión que les permita dar a conocer sus apuestas vitales.
Entre las metodologías diseñadas por el observatorio para fortalecer y visibilizar la integración sobresalen los foros y el fortalecimiento de redes. En cuanto al primer elemento se parte de que los foros no sólo deben ser encuentros esporádicos, sino la síntesis de un proceso de articulación y entrecruzamiento de propuestas. En este sentido, la metodología implica un trabajo de preparación de propuestas anterior a la realización del certamen, un trabajo “in situ” de formulación de proyectos comunes y un seguimiento del desarrollo de dichos proyectos. En cuanto al segundo elemento, la metodología se enfoca hacia la conformación de redes socioculturales que posibiliten el intercambio de información, la contrastación y la retroalimentación de experiencias.
El Observatorio de Integración ha experimentado básicamente dos momentos. El primero va de 2001 a 2003. Durante este periodo el observatorio centró su trabajo en la generación de pensamiento sobre la integración Latinoamericana. El segundo periodo inicia en abril de 2005, a partir de esta segunda fase el equipo del observatorio queda conformado por Adriana Londoño, polítologa, y Eduardo Wilches, quien había hecho parte del observatorio durante la primera fase. En este segundo momento, el observatorio está experimentando una transformación en su enfoque, pues tras una lectura crítica del proceso se asume que la estrategia de trabajo de un observatorio es, en cierta medida, pasiva, por lo cual se busca conformar un sistema de análisis de la integración, denominado YAPU (suelo listo para la siembra). El objetivo de este nuevo enfoque es contribuir al estado del arte (estado de la producción de conocimiento referente al tema) sobre la integración en Latinoamérica. El trabajo se orienta en tres ejes. El primero tiene que ver con plantear una perspectiva de enunciación conceptual para abordar el fenómeno de la integración, “tomar postura”. El segundo implica recopilar y sistematizar procesos de integración en la región. El tercero, es la generación de propuestas, tentativamente relacionadas con lineamientos de políticas culturales, la consolidación de líneas de investigación y la incidencia en la esfera educativa. Por último, entre los actuales intereses del observatorio se encuentra la reflexión sobre el papel que los medios de comunicación, masivos y alternativos, juegan en los procesos de integración regional, pues, al parecer del equipo, los medios de comunicación son agentes que influyen profundamente en el fenómeno de integración.
Desde la experiencia de Adriana y Eduardo el trabajo del observatorio es apasionante y ha tenido una inesperada acogida a nivel internacional. Esto mismo ha llevado a que se creen conflictos de intereses que no favorecen la labor que desempeña el observatorio. No pocas veces las estructuras burocráticas y administrativas del CAB, como las de cualquier institución, sobrevienen un elemento que frena el trabajo del observatorio. Los problemas relacionados con la financiación han hecho que importantes propuestas planteadas por los miembros del observatorio se queden, hasta hoy, en el tintero. Es el caso de los puestos de seguimiento de la integración, los cuales se pensaron en un principio como centros orientados hacia la construcción de información es puntos estratégicos del continente. No obstante estos percances, las propuestas del observatorio han trascendido la esfera del mismo y han permitido que los miembros puedan aportar desde su experiencia a la formulación de otras propuestas de trabajo, como es el caso de la Red Somos Patrimonio que reúne experiencias de apropiación social del patrimonio cultural de toda América Latina.
regional integration, communication and culture, education, South south relations, cultural dimension of development
, Colombia, Latin America, Cundinamarca, Bogotá
Integración regional en América Latina : Chile, Colombia, México
La perspectiva de asumir la integración desde el horizonte de la cultura permite ampliar la manera como se aborda dicho fenómeno social. Existe en el observatorio un cierto distanciamiento frente a las lecturas que reducen la integración al plano de lo político y económico. Esta perspectiva permite visibilizar el importante papel que juegan las prácticas de los actores sociales en la construcción de un horizonte de integración cultural. Desde la perspectiva de lo local, lo cotidiano y lo cultural se perfilan significativos esfuerzos por constituir un ser común de carácter plural que trascienda las fronteras, establecidas en Latinoamérica a partir de los procesos de configuración de los Estados. Procesos que, ciertamente, condujeron al ocultamiento, y no en pocos casos a la desintegración, de la multiplicidad de perspectivas culturales en la homogeneidad imaginaria de los pueblos nacionales. El nacionalismo, creado desde los discursos hegemónicos con los cuales las elites latinoamericanas narraron y han narrado la multiplicidad cultural de la región, ha conllevado al aislamiento de las diferentes perspectivas socioculturales en estereotipos que la más de las veces desconocen, cuando no niegan, la experiencia del otro.
Desde este enfoque, se hace necesario establecer no sólo la separación de la cultura de la economía y la política, sino entrar a comprender las complejas relaciones que se entrecruzan entre estas esferas del ser social latinoamericano. No basta con señalar negativamente que la integración no sólo tiene que ver con lo económico y lo político, que es necesario comprender el papel de lo cultural. Es menester asumir la integración como un fenómeno integral en el que se cruzan el poder, los significados y la producción y circulación de los mismos. En otras palabras se perfila, hoy día, la necesidad de no fragmentar el fenómeno de la integración para que adquiera un carácter afirmativo y se consolide como un despliegue del cuerpo social latinoamericano en tanto totalidad compleja.
De otro lado, la estructura estatizada del CAB hace que muchos proyectos del observatorio no puedan realizarse. Por lo cual sería muy interesante pensar en procesos de descentralización administrativa y financiera que posibiliten y enriquezcan la formulación de propuestas por parte del observatorio. Esto implicaría una reforma a la estructura misma del CAB, pues como es bien sabido, las instancias de mayor incidencia en las decisiones del instituto son los ministros de educación de los países miembros, quienes probablemente no conocen muy a fondo la importancia y prioridades de la labor que desempeña el convenio. Esto hace que algunas veces las decisiones sean más administrativas que académicas.
Documental “El árbol soñado”, Libro: GARRETÓN, Manuel Antonio (compilador). El Espacio Cultural Latinoamericano: base para una política cultural de integración. Santiago de Chile. Fondo de Cultura Económica. 2003. Convenio Andrés Bello. Un camino abierto hacia la integración. Multimedia. Imagos digital. 2003. GARRETÓN, Manuel Antonio (compilador). El Espacio Cultural Latinoamericano: base para una política cultural de integración. Santiago de Chile. Fondo de Cultura Económica. 2003.
Esta ficha fue realizada en el marco del desarrollo de la alianza metodológica ESPIRAL, Escritores Públicos para la Integración Regional en América Latina.
Interview
WILCHES Eduardo y LONDONO Adriana; AV. 13 No. 85-60; (57-1) 644 92 92 ext. 166, (57 - 1) 610 01 39; Colombia, Bogotá
INTEGRACION REGIONAL, COMUNICACION Y CULTURA, EDUCACION, RELACIONES SUR SUR, DIMENSION CULTURAL DEL DESARROLLO
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